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martedì 22 luglio 2014
lunedì 21 luglio 2014
Daniel Santos, l'inquieto diavoletto di Ciro Bianchi Ross
Pubblicato su Juventud Rebelde del 20/7/14
“La oligarquía hubiera deseado quemarlo, atizando la candela con sus
discos. Los pequeños burgueses de izquierda lo trataron como otro
<opio del pueblo>. Es que era un cantor de la marginalidad, o sea, de
las mayorías. Era rey para obreros, negros, desempleados, matones,
amas de casa y putas. Sus boleros, guarachas, mambos y sones
estuvieron en cumpleaños, bodas, fiestas de pueblo y bares de "mala
muerte", escribe el colombiano Hernando Calvo Ospina. Añade que al
inquieto anacobero se le veneraba y de puro milagro no lo elevaron a
los altares.
Nació en 1916, en Santurce, Puerto Rico, hijo de un carpintero y de
una costurera. Pronto tuvo que abandonar los estudios primarios y
salir a la calle a limpiar zapatos. Tenía nueve años cuando su familia
se instaló en Nueva York. Pese al cambio de geografía, la situación no
mejoró y, para ayudar al sustento de los suyos vendió hielo y carbón,
barrió calles y destupió cloacas. Su entrada en la música fue casual y
quizá haya mucho de leyenda en la historia. Se dice que una tarde
cantaba bajo la ducha y su voz se oía en la calle cuando acertó a
pasar por allí el integrante de un trío musical. El tipo, admirado,
quiso conocerlo. Insistió. En la puerta de la casa, con una toalla
enrollada en la cintura, Santos aceptó ser parte de ese grupo. Así
empezó su vida de cantante. Luego, en 1938, conoció a su compatriota y
compositor Pedro Flores, encuentro que resultaría decisivo en la vida
del futuro anacobero.
A partir de ahí se labró y paseó por toda América con un estilo único,
dejando a su paso, dice Miguel López Ortiz, una estela de leyenda,
recuerdos imborrables, un anecdotario monumental, muchísimas
grabaciones e hijos en no pocos casos. Interviene en filmes como Ángel
caído, producción cubano-mexicana del director José Ortega; Ritmos del
Caribe y Rumba en televisión, con dirección este último de Evelia
Joffre y las actuaciones de Rolando Ochoa y Lolita Berrios.
Cuba le inspiró no pocas de las 400 piezas que decía haber escrito.
Entre estas, el bolero El columpio de la vida, compuesta tras una
caminata por el Malecón, Déjame ver a mi hijo, reclamo a su esposa
Eugenia que le impedía el encuentro con Danielito, y Virgen de la
Caridad, que escribió estando preso en el Castillo del Príncipe.
Amigote es otra de esas composiciones y describe, mejor que en
cualquier otra de las suyas, la intensa vida de bares y cantinas del
artista.
Mucho se ha escrito acerca de Daniel Santos. La inmensa mayoría de los
artículos y crónicas, incluso libros que se le han dedicado, se
centran en su quehacer profesional y sobre todo en su vida desordenada
y repleta de alcohol, mujeres y riñas.
Pocos de esos textos recuerdan declaraciones como esta: “Yo entro a
cualquier barrio del mundo, porque en todos se habla un idioma común,
el idioma de la pobreza, y aunque haya matones, tecatos, putas y
contrabandistas, siempre me respetan. Para otros, son barrios malos,
para mí, no. Yo sé lo que ha pasado esa gente porque yo nací así, qué
carajo. Nací pobre y al pobre le echan la culpa de todo lo malo. Hay
gente noble en esos lugares atestados de dolor (...) Yo conozco todos
esos barrios de Latinoamérica, he estado en todas sus barras, me he
dado el trago con todos sus borrachos (...) En estos lugares hay poco
dinero, y donde hay poco dinero, hay delincuencia, hay necesidad, hay
que robar. Esa es la realidad de esos sectores marginados que tanto
han contribuido al desarrollo de la música popular latinoamericana”.
En un bar de Maracaibo
En 1957, en un bar de Maracaibo, Venezuela, escribió Daniel Santos,
sobre una servilleta, su canción Sierra Maestra. Nadie quiso grabarla
en Caracas y tuvo que grabarla en Nueva York. Recibió como pago las
primeras mil copias del disco. Poco a poco las fue vendiendo y mandó a
Cuba unos escasos ejemplares. Una de esas copias llegó a poder de la
guerrilla fidelista que comenzó a pasarla por su emisora, Radio
Rebelde, que transmitía desde las montañas orientales. Eso hizo que
Daniel Santos fuera acusado de comunista y de amigo personal de los
barbudos.
En los días iniciales de enero de 1959, Daniel Santos vio la entrada
triunfal del Ejército Rebelde en La Habana. En el mes de febrero se
presenta en el cabaré Venecia, de la ciudad de Santa Clara, y está
después en el cabaré Nacional, de Prado y San Rafael. Ya no se hace
necesario escuchar su canción Sierra Maestra a través de la radio
clandestina. Junto con esta, otras melodías saludan la Revolución
victoriosa. Son los tiempos de Fidel ya llegó, interpretada por
Rolando Laserie; Como lo soñó Martí, de Juan Arrondo en la voz de
Orlando Vallejo; Ensalada rebelde y Carta a Fidel, grabadas por los
popularísimos Pototo y Filomeno para el sello Puchito. Fajardo y sus
estrellas imponen Los barbudos, y Pablo del Río, “el Ruiseñor de
España”, acomete, en tiempo de pasodoble, Alas de libertad. Miguel
Ángel Ortiz da a conocer la bellísima Canción de Libertad, algunas de
cuyas estrofas recuerda todavía el escribidor.
Volvió a la Isla en agosto de 1960 cuando lo expulsaron de Costa Rica.
Se celebraba en San José, capital de ese país centroamericano, la VI
Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la
Organización de Estados Americanos (OEA). Washington abonaba el
terreno para conseguir la expulsión de Cuba de ese organismo
hemisférico y círculos oficiales ticos no ocultaban su hostilidad
hacia la delegación cubana, que encabezaba el canciller Raúl Roa y el
grupo de periodistas de Prensa Latina, capitaneado por su director,
Jorge Ricardo Masetti. La Policía había intentado evitar, quitándoles
banderas y pancartas, que los simpatizantes con la Revolución Cubana
saludaran a sus delegados en el aeropuerto. Las autoridades habían
dado el permiso para un acto de solidaridad con Cuba, en el que
participaría Roa, pero al llegar allí el Ministro y su comitiva
encontraron que un cordón policial les vedaba el acceso. Quiso Roa
traspasar el cerco y estuvo a punto de ser víctima de una agresión.
Poco faltó para que quedaran desenfundadas las armas de los custodios
de Roa y del grupo de policías costarricenses. Daniel Santos cantaría
en ese acto. No solo se le impidió hacerlo, sino que decidieron
expulsarlo del país. La Embajada cubana le ofreció entonces
hospitalidad y al día siguiente viajó a La Habana.
No puede precisar el escribidor si esa fue su última visita. Pero ya
aquella ciudad no era la que él conocía y añoraba. Se percató de que
el giro social que tomaba la Isla se alejaba cada vez más de sus
intereses. Se fue de nuevo y nunca más regresó al país que le dio
tanta fama. Falleció en Ocala, Florida, en 1992.
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
Pochi cantanti, come il
portoricano Daniel Santos, contribuirono a fondere in un solo stile I modi di
creare e cantare per Portorico e Cuba. Il suo lungo contatto col meglio della
musica cubana degli anni ’40 e ’50 del secolo passato gli conferì un marchio di
cubania bene percepibile in tutte le sue interpretazioni e composizioni, ciò
che gli assicura un titolo di merito fra i grandi cantori della musica cubana
del XX secolo. “El jefe”, come lo si chiama in Colombia e ricorda Gabriel
García Márquez in alcuna delle sue cronache, fu un esponente eccezionale della
musica popolare e ballabile del Caribe.
Fu alla fine del 1946
quando, il pure portoricano Bobby Capó lo presentó, all’Avana a Amado Trinidad,
l’allora potente proprietario della RCH Cadena Azul. Da quell’incontro scaturì
un contratto con Santos. Debuttò col piede giusto nel cosiddetto Palazzo della
Radio, l’emittente di Prado 53. Il numero iniziale della trasmissione di quel
giorno era Anacobero, del pure portoricano Andrés Tallada. Per errore, l’annunciatore
presentò daniel come “l’anacobero”. A partire da questo momento lo
identificarono con questo soprannome che si rese famoso nell’Isola e al quale
si aggiunse quelo di “inquieto” che corrispondeva al carattere e alla
personalità del cantante. Con il suo modo di cantare, l’Inquieto anacobero
aveva impressionato l’Avana, tanto quanto questa città impressionava l’artista.
Che Avana abbagliò Daniel
Santos? Josean Ramos nel suo libro sul musicista portoricano – Vengo a dire
addio ai ragazzi, 1991 – dice che lo abbagliò “il delizioso camminare durante i
tramonti per quell’Avana che allora aveva i migliori cabaret del mondo, con le
donne più erotiche che abbiano visto occhi umani”. Aggiunge di seguito che in questi centri notturni si
presentavano “i migliori spettacoli del momento”, con Ester Borja e Jorge
Negrete, Celia Cruz, il trio Los Panchos e la rumbera Ninon Sevilla, mentre la
radio faceva ascoltare Miguelito Valdés, la Sonora Matancera, Panchito Riset,
cascarita...” e tutti i cantanti “rumberos” e musicisti preferiti da un
pubblico esigente.
E fu precisamente questo
pubblico esigente di Cuba quello che modellò, poco a poco, modellarono Daniel
Santos come uno dei grandi cantanti del mondo hispano dell’epoca, scrivono
Olavo Alén e Ana Victoria Casanova nel loro saggio pDietro l’orma dei musicisti portoricani a Cuba. Precisano: “Durante 15 anni, Daniel Santos entrava e usciva
da Cuba verso New york o altre città, del continente sudamericano, e ad ogni
ingresso riconfermava la sua condizione di grande interprete della musica”.
Santos conservò sempre un
buon ricordo di Amado Trinidad, “il primo imprenditore cubano – asseriva – che
pagò un compenso decente alla radio”, ma quando i due uomini si incontrarono,
il portoricano contava già anni di iniziazione nella musica cubana. Questa
iniziazione fu nel 1941 quando, a causa di una discussione, il cantante cubano
Miguelito Valdés abbandona l’orchestra di Xavier Cugat. Cugat allora chiede a
Santos di cantare con la sua orchestra al Waldorf Astoria di New York. In quel
momento, il portoricano cantava nel Cuban Casino e cominciava a farsi conoscere
dal pubblico cubano.
Dopo il contratto con la RHC
Cadena Azul, ci furono alti e bassi. In Radio Cadena Suaritos, dell’Avana, si
alternò per un breve periodo con interpreti come Toña la Negra e in Radio
Progreso cantò con l’accompagnamento di quello che alcuni considerano uno dei
grandi gruppi musicali di tutti i tempi, la Sonora Matancera. Con questa
formazione passa a CMQ e si presenta in “Cascabeles Candado”, forse il
programma di maggior audience del momento. Lo stesso Daniel in un occasione
disse: “C’è chi sostiene che io ho creato la Sonora Matancera. Altri che la
Sonora ha creato me. Ci siamo beneficiati reciprocamente...” Certo è che col
primo disco che ha inciso con questa orchestra, Daniel Santos, raggiunse il
vertice della fama. Pezzi che poi portò all’acetato, con l’appoggio della
Sonora Matancera, sono trascesi nel tempo e alla stessa vita dell’interprete.
Tali sono gli esempi di Noche de ronda, di Agustín Lara: Cuidadito compay
gallo, di Ñico Saquito e Dos gardenias di Isolina Carrillo: “gardenie che non
appassiscono da che lui le ha coltivate col suo canto.
L’altalena
della vita
“L’oligarchia avrebbe
desiderato bruciarlo, alimentando la fiamma coi suoi dischi. I piccolo borghesi
di sinistra lo trattarono come ‘oppio del popolo’. È che era il cantore
dell’emarginazione, ovvero della maggioranza. Era un re per gli operai, negri,
disoccupati, malviventi, donne di casa e prostitute. I suoi boleri, guarachas,
mambo e son erano presenti in compleanni, nozze, feste popolari e bar di infimo
grado, scrive il colombiano Hernando Calvo Ospina. Aggiunge che all’inquieto
anacobero lo si venerava e non lo elevarono agli altari per puro miracolo.
Nacque nel 1916 a Santurce,
Portorico, figlio di un falegname e di una sarta. Dovette lasciare presto la
scuola elementare a andare per le strade a lucidare scarpe. Aveva nove anni
quando la sua famiglia si installò a New York. Nonostante il cambio geografico,
la situazione non migliorò e per aiutare il bilancio dei suoi, vendette
ghiaccio e carbone, ramazzò strade e sturò cloache. Il suo ingresso nella
musica fu casuale e fors c’è molta leggenda nella storia. Si dice che un
pomeriggio cantasse sotto la doccia e la sua voce si sentisse in strada quando,
capitò che passasse di lì il componente di un trio musicale. Il tipo, ammirato,
volle conoscerlo. Insistette. Sulla porta di casa con un asciugamano allacciato
in vita, Santos accettò di far parte di quel gruppo. Così cominciò la sua vita
di cantante. Dopo, nel 1938, conobbe il suo compatriota e compositore Pedro
Flores, incontro che risultò decisivo nella vita del futuro anacobero.
A partire da lì, si formò e
girò per tutta l’America con uno stile unico lasciando al suo passaggio, dice
Miguel López Ortíz, una sequela di leggende, ricordi incancellabili, un
aneddotario monumentale, moltissime registrazioni e in non pochi casi, figli.
Partecipa a films come Ángel caído, produzione cubano-messicana del regista
José Ortega; Rtmos del Caribe e Rumba in televisione, quest’ultimo con la regia
di Evelia Joffre e le interpretazioni di Rolando Ochoa e Lolita Berrios.
Cuba gli ispirò non pochi dei
400 pezzi che diceva di aver scritto. Fra questi il bolero L’altalena della
vita, composta dopo una passeggiata sul Malecón, Lasciami vedere mio figlio,
reclamo a sua moglie Eugenia che gli impediva l’incontro con Danielito e
Vergine della carità che scrisse essendo prigioniero nel Castillo del Principe.
Amicone è un’altra di queste composizioni e descrive, meglio che in qualunque
altra delle sue, l’intensa vita di bar e osterie dell’artista.
Si è scritto molto su Daniel
Santos. L’immensa maggioranza di articoli e cronache, compreso libri che gli si
sono dedicati, si concentrano sul suo lavoro professionale e sopratutto sulla
sua vita disordinata e piena di alcol, donne e risse.
Pochi di questi testi
ricordano dichiarazioni come questa: “Io entro in qualunque quartiere del
mondo, perché in tutti si parla una lingua comune, la lingua della povertà e
anche ci siano assassini, malviventi, prostitute e contrabbandieri, mi
rispettano sempre. Per altri sono bassifondi, per me no. Io so cos’ha passato
questa gente perché sono nato così, e che cazzo. Sono nato povero e al povero
danno la colpa di tutti i mali. C’è gente nobile in questi luoghi testimoni di
dolore (...) io conosco tutti in questi quartieri dell’America Latina, sono stato
in tutti i suoi bar, mi sono dato il cicchetto con tutti i suoi ubriaconi (...)
In questi luoghi ci sono pochi soldi ee dove ci sono pochi soldi c’è
delinquenza, c’è necessità, si deve rubare. Questa è la realtà di questi
settori emarginati che tanto hanno contribuito allo sviluppo della musica
popolare latinoamericana”.
In
un bar di Maracaibo
Nel 1957, in un bar di
Maracaibo Venezuela, Daniel Santos scrisse su un tovagliolo la sua canzone
Sierra Maestra. Nessuno volle inciderla a Caracas e dovette inciderla a New
York. Ricevette come pagamento le prime mille copie del disco. Poco a poco le
vendette e mandò a Cuba pochi esemplari. Una di queste copie venne in potere
della guerriglia fidelista che cominciò a trasmetterla con la sua emittente,
Radio Rebelde, che trasmetteva dalle montagne orientali. Ciò fece in modo che
Daniel Santos venisse accusato di essere comunista e amico personale dei
barbudos.
Nei giorni iniziali del
1959, Daniel Santos vide l’ingresso trionfale dell’Esercito Ribelle all’Avana.
Nel mese di febbraio si presenta al cabaret Venecia della città di Santa Clara
e successivamente nel cabaret Nacional di Prado e San Rafael. Non è più
necessario ascoltare la sua canzone Sierra Maestra attraverso la radio
clandestina. Assieme a questa, altre melodie salutano la Rivoluzione
vittoriosa. Sono i tempi di Fidel è arrivato, interpretata da Rolando Laserie:
Come lo sognò Martí, di Juan Arrondo con la voce di Orlando Vallejo: Insalata
ribelle e Lettera a Fidel, incise dai popolarissimi Pototo e Filomeno per il
marchio Puchíto. Fajardo e le sue Le stelle
impongono Los Barbudos e Pablo del Río “l’Usignolo di Spagna” presenta, a tempo
di pasodoble, Ali di libertà, Miguel Ángel Ortíz da a conoscere la bellissima Canzone di libertà, di cui lo scriba ricorda alcune strofe.
Tornò all’Isola nell’agosto
del 1960, quando fu espulso dal Costarica. Si celebrava a San José, capitale di
questo paese del Centro America, la VI Riunione della Consulta degli Stati
Americani dei Ministri degli Esteri dell’Organizzazione degli Stati Americani
(OEA). Washington preparava il terreno per espellere Cuba da questo organismo
continentale e circoli ufficiali costaricensi non nascondevano la loro
ostilità verso la delegazione cubana che era capeggiata dal cancelliere Raúl
Roa e il gruppo dei giornalisti di Prensa Latina, capitanato dal suo direttore
Jorge Masetti. La polizia aveva cercato di evitare, levando bandiere e
cartelloni, che i simpatizzanti con la Rivoluzione Cubana salutassero i suoi
delegati, all’aeroporto. Le autorità avevano dato il permesso per un atto di
solidarietà con Cuba in cui avrebbe partecipato Roa, ma al giungervi il
ministro e la sua comitiva trovarono un cordone di polizia che impediva loro
l’accesso. Roa volle superare l’assedio e fu al punto di essere vittima di
un’aggressione. Mancò poco perché fossero sfoderate le armi dei custodi di Roa
e del gruppo di poliziotti costaricensi. Daniel santos avrebbe cantato in
questo atto. Non solo gli si impedì di farlo, ma decisero di espellerlo dal
Paese. L’ambasciata cubana, allora, gli offrì ospitalità e il giorno seguente
partì per l’Avana.
Lo scriba non può precisare
se questa fu proprio la sua ultima visita. Ma quella città non era già più
quella che conosceva e rimpiangeva. Si rese conto che la svolta sociale che
prendeva l’Isola si allontanava sempre più dai suoi interessi. Se ne andò di
nuovo e non tornò mai al Paese che gli dette tanta fama. Morì a Ocala, Florida,
nel 1992.
Daniel Santos, “el Inquieto
anacobero”
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
19 de Julio del 2014 22:14:13 CDT
Pocos cantantes como el puertorriqueño Daniel Santos contribuyeron a
fundir en un solo estilo los modos de crear y cantar por Puerto Rico y
Cuba. Su largo contacto con lo mejor de la música cubana de los años
40 y 50 de la centuria pasada le confirió un sello de cubanía bien
perceptible en todas sus interpretaciones y composiciones, lo que le
asegura un sitial meritorio entre los grandes cantores de la música
cubana del siglo XX. “El Jefe”, como se le llama en Colombia y
recuerda Gabriel García Márquez en alguna de sus crónicas, fue un
exponente excepcional de la música popular bailable del Caribe.
Fue a finales de 1946 cuando el también puertorriqueño Bobby Capó lo
presentó en La Habana a Amado Trinidad, el entonces poderoso
propietario de la RHC Cadena Azul. De aquel encuentro surgió un
contrato para Santos. Debutó con el pie de la buena suerte en el
llamado Palacio de la Radio, la emisora de Prado 53. El número inicial
de la emisión de ese día era la canción Anacobero, del también
puertorriqueño Andrés Tallada. Por una equivocación, el locutor
presentó a Daniel como “el anacobero”. A partir de ese momento lo
identificaron por ese mote, que se hizo famoso en la Isla y al que se
le añadió el de “inquieto”, que correspondía con el carácter y la
personalidad del cantante. Con su modo de cantar el Inquieto anacobero
había impresionado a La Habana, tanto como esta ciudad impresionaba al
artista.
¿Qué Habana deslumbró a Daniel Santos? Josean Ramos en su libro sobre
el músico puertorriqueño --Vengo a decirle adiós a los muchachos, 1991--
dice que lo deslumbró el “delicioso caminar durante los atardeceres
por aquella Habana que entonces poseía los mejores cabarés del mundo
con las mujeres más eróticas que hayan visto ojos humanos”. Añade a
renglón seguido que en esos centros nocturnos se presentaban “los
mejores espectáculos del momento”, con Esther Borja y Jorge Negrete,
Celia Cruz, el trío Los Pancho y la rumbera Ninón Sevilla, mientras
que la radio dejaba escuchar a Miguelito Valdés, la Sonora Matancera,
Panchito Riset, Cascarita... “y todos los cantantes, rumberos y músicos
preferidos por los públicos exigentes”.
Y fueron precisamente esos públicos exigentes de Cuba los que poco a
poco moldearon a Daniel Santos como uno de los grandes cantantes del
mundo hispano de la época, escriben Olavo Alén y Ana Victoria Casanova
en su ensayo Tras la huella de los músicos puertorriqueños en Cuba.
Precisan: “Durante 15 años, Daniel Santos estuvo entrando y saliendo
de Cuba hacia Nueva York o hacia otras ciudades del continente
sudamericano y en cada entrada reafirmaba su condición de gran
intérprete de la música”.
Santos guardó siempre un buen recuerdo de Amado Trinidad, “el primer
empresario cubano --aseguraba-- que pagó un sueldo decente en la radio”,
pero cuando ambos hombres se encontraron, ya el puertorriqueño llevaba
años de iniciado en la música cubana. Ese inicio ocurrió en 1941
cuando, a causa de una discusión, el cantante cubano Miguelito Valdés
abandona la orquesta de Xavier Cugat. Cugat pide entonces a Santos que
cante con su orquesta en el hotel Waldorf Astoria, de Nueva York. Para
entonces, el puertorriqueño cantaba en el Cuban Casino y empezaba a
darse a conocer por el público cubano.
Después del contrato con la RHC Cadena Azul vinieron altas y bajas. En
Radio Cadena Suaritos, de La Habana, alternó durante una corta
temporada con intérpretes como Toña la Negra, y en Radio Progreso
cantó con el acompañamiento de la que algunos consideran una de las
grandes agrupaciones musicales de todos los tiempos, la Sonora
Matancera. Con esta agrupación pasa a CMQ y se presenta en Cascabeles
Candado, quizá el programa de mayor audiencia en ese momento. El mismo
Daniel dijo en una ocasión: “Hay quienes sostienen que yo hice a la
Sonora Matancera. Otros, que la Sonora me hizo. Nos beneficiamos
mutuamente...”. Lo cierto es que con el primer disco que grabó con esa
orquesta alcanzó Daniel Santos la cúspide de la fama. Piezas que
entonces llevó al acetato, con el respaldo de la Sonora Matancera,
trascendieron en el tiempo a la propia vida del intérprete. Tales son
los casos de Noche de ronda, de Agustín Lara; Cuidadito compay gallo,
de Ñico Saquito, y Dos gardenias, de Isolina Carrillo; “gardenias que
no se marchitan desde que él las cultivó con su canto”.
El columpio de la vida
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
19 de Julio del 2014 22:14:13 CDT
Pocos cantantes como el puertorriqueño Daniel Santos contribuyeron a
fundir en un solo estilo los modos de crear y cantar por Puerto Rico y
Cuba. Su largo contacto con lo mejor de la música cubana de los años
40 y 50 de la centuria pasada le confirió un sello de cubanía bien
perceptible en todas sus interpretaciones y composiciones, lo que le
asegura un sitial meritorio entre los grandes cantores de la música
cubana del siglo XX. “El Jefe”, como se le llama en Colombia y
recuerda Gabriel García Márquez en alguna de sus crónicas, fue un
exponente excepcional de la música popular bailable del Caribe.
Fue a finales de 1946 cuando el también puertorriqueño Bobby Capó lo
presentó en La Habana a Amado Trinidad, el entonces poderoso
propietario de la RHC Cadena Azul. De aquel encuentro surgió un
contrato para Santos. Debutó con el pie de la buena suerte en el
llamado Palacio de la Radio, la emisora de Prado 53. El número inicial
de la emisión de ese día era la canción Anacobero, del también
puertorriqueño Andrés Tallada. Por una equivocación, el locutor
presentó a Daniel como “el anacobero”. A partir de ese momento lo
identificaron por ese mote, que se hizo famoso en la Isla y al que se
le añadió el de “inquieto”, que correspondía con el carácter y la
personalidad del cantante. Con su modo de cantar el Inquieto anacobero
había impresionado a La Habana, tanto como esta ciudad impresionaba al
artista.
¿Qué Habana deslumbró a Daniel Santos? Josean Ramos en su libro sobre
el músico puertorriqueño --Vengo a decirle adiós a los muchachos, 1991--
dice que lo deslumbró el “delicioso caminar durante los atardeceres
por aquella Habana que entonces poseía los mejores cabarés del mundo
con las mujeres más eróticas que hayan visto ojos humanos”. Añade a
renglón seguido que en esos centros nocturnos se presentaban “los
mejores espectáculos del momento”, con Esther Borja y Jorge Negrete,
Celia Cruz, el trío Los Pancho y la rumbera Ninón Sevilla, mientras
que la radio dejaba escuchar a Miguelito Valdés, la Sonora Matancera,
Panchito Riset, Cascarita... “y todos los cantantes, rumberos y músicos
preferidos por los públicos exigentes”.
Y fueron precisamente esos públicos exigentes de Cuba los que poco a
poco moldearon a Daniel Santos como uno de los grandes cantantes del
mundo hispano de la época, escriben Olavo Alén y Ana Victoria Casanova
en su ensayo Tras la huella de los músicos puertorriqueños en Cuba.
Precisan: “Durante 15 años, Daniel Santos estuvo entrando y saliendo
de Cuba hacia Nueva York o hacia otras ciudades del continente
sudamericano y en cada entrada reafirmaba su condición de gran
intérprete de la música”.
Santos guardó siempre un buen recuerdo de Amado Trinidad, “el primer
empresario cubano --aseguraba-- que pagó un sueldo decente en la radio”,
pero cuando ambos hombres se encontraron, ya el puertorriqueño llevaba
años de iniciado en la música cubana. Ese inicio ocurrió en 1941
cuando, a causa de una discusión, el cantante cubano Miguelito Valdés
abandona la orquesta de Xavier Cugat. Cugat pide entonces a Santos que
cante con su orquesta en el hotel Waldorf Astoria, de Nueva York. Para
entonces, el puertorriqueño cantaba en el Cuban Casino y empezaba a
darse a conocer por el público cubano.
Después del contrato con la RHC Cadena Azul vinieron altas y bajas. En
Radio Cadena Suaritos, de La Habana, alternó durante una corta
temporada con intérpretes como Toña la Negra, y en Radio Progreso
cantó con el acompañamiento de la que algunos consideran una de las
grandes agrupaciones musicales de todos los tiempos, la Sonora
Matancera. Con esta agrupación pasa a CMQ y se presenta en Cascabeles
Candado, quizá el programa de mayor audiencia en ese momento. El mismo
Daniel dijo en una ocasión: “Hay quienes sostienen que yo hice a la
Sonora Matancera. Otros, que la Sonora me hizo. Nos beneficiamos
mutuamente...”. Lo cierto es que con el primer disco que grabó con esa
orquesta alcanzó Daniel Santos la cúspide de la fama. Piezas que
entonces llevó al acetato, con el respaldo de la Sonora Matancera,
trascendieron en el tiempo a la propia vida del intérprete. Tales son
los casos de Noche de ronda, de Agustín Lara; Cuidadito compay gallo,
de Ñico Saquito, y Dos gardenias, de Isolina Carrillo; “gardenias que
no se marchitan desde que él las cultivó con su canto”.
El columpio de la vida
“La oligarquía hubiera deseado quemarlo, atizando la candela con sus
discos. Los pequeños burgueses de izquierda lo trataron como otro
<opio del pueblo>. Es que era un cantor de la marginalidad, o sea, de
las mayorías. Era rey para obreros, negros, desempleados, matones,
amas de casa y putas. Sus boleros, guarachas, mambos y sones
estuvieron en cumpleaños, bodas, fiestas de pueblo y bares de "mala
muerte", escribe el colombiano Hernando Calvo Ospina. Añade que al
inquieto anacobero se le veneraba y de puro milagro no lo elevaron a
los altares.
Nació en 1916, en Santurce, Puerto Rico, hijo de un carpintero y de
una costurera. Pronto tuvo que abandonar los estudios primarios y
salir a la calle a limpiar zapatos. Tenía nueve años cuando su familia
se instaló en Nueva York. Pese al cambio de geografía, la situación no
mejoró y, para ayudar al sustento de los suyos vendió hielo y carbón,
barrió calles y destupió cloacas. Su entrada en la música fue casual y
quizá haya mucho de leyenda en la historia. Se dice que una tarde
cantaba bajo la ducha y su voz se oía en la calle cuando acertó a
pasar por allí el integrante de un trío musical. El tipo, admirado,
quiso conocerlo. Insistió. En la puerta de la casa, con una toalla
enrollada en la cintura, Santos aceptó ser parte de ese grupo. Así
empezó su vida de cantante. Luego, en 1938, conoció a su compatriota y
compositor Pedro Flores, encuentro que resultaría decisivo en la vida
del futuro anacobero.
A partir de ahí se labró y paseó por toda América con un estilo único,
dejando a su paso, dice Miguel López Ortiz, una estela de leyenda,
recuerdos imborrables, un anecdotario monumental, muchísimas
grabaciones e hijos en no pocos casos. Interviene en filmes como Ángel
caído, producción cubano-mexicana del director José Ortega; Ritmos del
Caribe y Rumba en televisión, con dirección este último de Evelia
Joffre y las actuaciones de Rolando Ochoa y Lolita Berrios.
Cuba le inspiró no pocas de las 400 piezas que decía haber escrito.
Entre estas, el bolero El columpio de la vida, compuesta tras una
caminata por el Malecón, Déjame ver a mi hijo, reclamo a su esposa
Eugenia que le impedía el encuentro con Danielito, y Virgen de la
Caridad, que escribió estando preso en el Castillo del Príncipe.
Amigote es otra de esas composiciones y describe, mejor que en
cualquier otra de las suyas, la intensa vida de bares y cantinas del
artista.
Mucho se ha escrito acerca de Daniel Santos. La inmensa mayoría de los
artículos y crónicas, incluso libros que se le han dedicado, se
centran en su quehacer profesional y sobre todo en su vida desordenada
y repleta de alcohol, mujeres y riñas.
Pocos de esos textos recuerdan declaraciones como esta: “Yo entro a
cualquier barrio del mundo, porque en todos se habla un idioma común,
el idioma de la pobreza, y aunque haya matones, tecatos, putas y
contrabandistas, siempre me respetan. Para otros, son barrios malos,
para mí, no. Yo sé lo que ha pasado esa gente porque yo nací así, qué
carajo. Nací pobre y al pobre le echan la culpa de todo lo malo. Hay
gente noble en esos lugares atestados de dolor (...) Yo conozco todos
esos barrios de Latinoamérica, he estado en todas sus barras, me he
dado el trago con todos sus borrachos (...) En estos lugares hay poco
dinero, y donde hay poco dinero, hay delincuencia, hay necesidad, hay
que robar. Esa es la realidad de esos sectores marginados que tanto
han contribuido al desarrollo de la música popular latinoamericana”.
En un bar de Maracaibo
En 1957, en un bar de Maracaibo, Venezuela, escribió Daniel Santos,
sobre una servilleta, su canción Sierra Maestra. Nadie quiso grabarla
en Caracas y tuvo que grabarla en Nueva York. Recibió como pago las
primeras mil copias del disco. Poco a poco las fue vendiendo y mandó a
Cuba unos escasos ejemplares. Una de esas copias llegó a poder de la
guerrilla fidelista que comenzó a pasarla por su emisora, Radio
Rebelde, que transmitía desde las montañas orientales. Eso hizo que
Daniel Santos fuera acusado de comunista y de amigo personal de los
barbudos.
En los días iniciales de enero de 1959, Daniel Santos vio la entrada
triunfal del Ejército Rebelde en La Habana. En el mes de febrero se
presenta en el cabaré Venecia, de la ciudad de Santa Clara, y está
después en el cabaré Nacional, de Prado y San Rafael. Ya no se hace
necesario escuchar su canción Sierra Maestra a través de la radio
clandestina. Junto con esta, otras melodías saludan la Revolución
victoriosa. Son los tiempos de Fidel ya llegó, interpretada por
Rolando Laserie; Como lo soñó Martí, de Juan Arrondo en la voz de
Orlando Vallejo; Ensalada rebelde y Carta a Fidel, grabadas por los
popularísimos Pototo y Filomeno para el sello Puchito. Fajardo y sus
estrellas imponen Los barbudos, y Pablo del Río, “el Ruiseñor de
España”, acomete, en tiempo de pasodoble, Alas de libertad. Miguel
Ángel Ortiz da a conocer la bellísima Canción de Libertad, algunas de
cuyas estrofas recuerda todavía el escribidor.
Volvió a la Isla en agosto de 1960 cuando lo expulsaron de Costa Rica.
Se celebraba en San José, capital de ese país centroamericano, la VI
Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la
Organización de Estados Americanos (OEA). Washington abonaba el
terreno para conseguir la expulsión de Cuba de ese organismo
hemisférico y círculos oficiales ticos no ocultaban su hostilidad
hacia la delegación cubana, que encabezaba el canciller Raúl Roa y el
grupo de periodistas de Prensa Latina, capitaneado por su director,
Jorge Ricardo Masetti. La Policía había intentado evitar, quitándoles
banderas y pancartas, que los simpatizantes con la Revolución Cubana
saludaran a sus delegados en el aeropuerto. Las autoridades habían
dado el permiso para un acto de solidaridad con Cuba, en el que
participaría Roa, pero al llegar allí el Ministro y su comitiva
encontraron que un cordón policial les vedaba el acceso. Quiso Roa
traspasar el cerco y estuvo a punto de ser víctima de una agresión.
Poco faltó para que quedaran desenfundadas las armas de los custodios
de Roa y del grupo de policías costarricenses. Daniel Santos cantaría
en ese acto. No solo se le impidió hacerlo, sino que decidieron
expulsarlo del país. La Embajada cubana le ofreció entonces
hospitalidad y al día siguiente viajó a La Habana.
No puede precisar el escribidor si esa fue su última visita. Pero ya
aquella ciudad no era la que él conocía y añoraba. Se percató de que
el giro social que tomaba la Isla se alejaba cada vez más de sus
intereses. Se fue de nuevo y nunca más regresó al país que le dio
tanta fama. Falleció en Ocala, Florida, en 1992.
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
domenica 20 luglio 2014
sabato 19 luglio 2014
venerdì 18 luglio 2014
Prossimo un nuovo, centralissimo, albergo all'Avana
Fonte: TTC
La catena alberghiera svizzera Kempinski gestirà a Cuba l’hotel che aprirà il Gruppo Turistico Gaviota SA nella conosciuta Manzana de Gómez a L’Avana Vecchia.
Secondo le dichiarazioni del Vice Presidente del dipartimento di Marketing di Gaviota SA, Frank País Oltuski, l’installazione categoria cinque stelle, la cui inaugurazione è prevista per il 2016, disporrà di oltre 200 camere e sarà dedicata ad un segmento di alto livello.
Kempinski commercializzerà l’hotel, che non ha ancora un nome, attraverso i suoi canali di distribuzione. L’investimento, che comprende un grande centro commerciale, è al cento per cento dello Stato cubano.
Nell’ambito dei piani di Gaviota SA per espandere la propria capacità alberghiera a L’Avana, figura anche la costruzione di un hotel tra Prado e Malecón, con 210 camere e l’Hotel Packard con 261, mentre alcune strutture emblematiche saranno restaurate, quali il Grand Hotel, il Regis e il Metropolitan.
Aumenta il turismo della salute a Cuba
FONTE: TTC
Sempre più turisti abbinano alle vacanze sull’Isola specifici trattamenti per il proprio benessere.
L’atmosfera di Cuba è rigenerante e questo è ben noto a chi ha la fortuna di visitare le sue spiagge e le sue città. Non molti sanno però che sull’Isola molti turisti scelgono di abbinare l’effetto salutare di una bella vacanza a specifici trattamenti di cui è possibile disporre all’interno di valide strutture medico-specialistiche dedicate sia al benessere psicofisico, sia alla salute nel senso più “clinico” del termine.
L’atmosfera di Cuba è rigenerante e questo è ben noto a chi ha la fortuna di visitare le sue spiagge e le sue città. Non molti sanno però che sull’Isola molti turisti scelgono di abbinare l’effetto salutare di una bella vacanza a specifici trattamenti di cui è possibile disporre all’interno di valide strutture medico-specialistiche dedicate sia al benessere psicofisico, sia alla salute nel senso più “clinico” del termine.
La scelta è davvero molto varia e sempre ad alto livello. A cominciare dai trattamenti nelle sorgenti minerali (che a Cuba abbondano: circa 30 sorgenti minerali del Paese hanno dimostrato proprietà curative), che possono essere incorporati in qualsiasi soggiorno (lavorativo o turistico).
Molti alberghi permettono, fra l’altro, di combinare direttamente vacanza e cure legate al benessere della persona. Club Vida, per esempio, propone programmi che prevedono trattamenti di salute, esperienze culturali ed escursioni naturalistiche.
Per chi necessita di cure mediche specifiche, l’intero Paese offre una vasta rete di strutture sanitarie dotate delle più moderne tecnologie e gestite da professionisti altamente qualificati (alcuni dei quali propongono trattamenti specializzati unici al mondo).
A seconda di ogni singola esigenza, la scelta di strutture è ampia e diversificata. Per le terme: San Diego de los Baños e Horizontes Rancho San Vicente Hotel (Pinar del Río), Horizontes Elguea Hotel (Villa Clara); per trattamenti antistress: La Pradera Centro di Salute Internazionale, Horizontes Casa del Valle Hotel (Matanzas), Kurhotel Escambray (Sancti Spiritus), Club Vida El Saltón (Santiago de Cuba); per trattamenti medici e riabilitativi specifici: l Quinque y El Cocal comunità terapeutiche (Holguín); per problemi di natura oftalmologica: Camilo Cienfuegos internazionale oftalmologico Clinic (Havana); per vitiligine, psoriasi e alopecia: Centro Histotherapy placentare (Havana); per il morbo Parkinson: Centro di Restauro Neurological International (Havana); per la chirurgia ortopedica: Frank País internazionale Ortopedico Complex (Havana).
Programmi di viaggio Salute specifici sono disponibili da Turismo y Salud, una divisione del gruppo aziendale Cubanacán SA; la catena Hoteles Horizontes e il gruppo turistico Gaviota S.A.
giovedì 17 luglio 2014
Le "case dei visitanti" statali aperte al pubblico
Fonte: France Presse/El Nuevo Herald
Per vedere il testo completo della risoluzione: www.gacetaoficial.cu N° 32 del 15/7/14
Cubanos y turistas podrán hospedarse en ‘casas de visita’ del Estado
Per vedere il testo completo della risoluzione: www.gacetaoficial.cu N° 32 del 15/7/14
Cubanos y turistas podrán hospedarse en ‘casas de visita’ del Estado
AGENCE FRANCE PRESSE
LA HABANA
-- Los cubanos y turistas ahora podrán hospedarse en las “casa de visita”
del Estado, que estaban reservadas para funcionarios en viaje de trabajo o premio
vacacional, según una resolución publicada este miércoles.
Esta medida aumenta las posibilidades de alojamiento
en la isla, a precios menores que hoteles de turismo, a la vez que permite un
mejor aprovechamiento de esos inmuebles.
“Las reservaciones pueden efectuarse por personas
naturales o jurídicas en los buroes (oficinas) de reservación provinciales (…),
en los propio establecimientos de alojamiento”, señala el nuevo Reglamento
publicado en la Gaceta Oficial.
Conocidos popularmente como “casas de visita”, esos
inmuebles pertenecientes a organismos estatales eran usados hasta ahora
exclusivamente para alojar a funcionarios en viaje de trabajo o como premio
vacacional.
Una de las primeras medidas del gobernante Raúl
Castro, tras sustituir en el mando a su hermano enfermo Fidel en el 2006, fue
pasar el control de esos inmuebles a los gobiernos municipales, buscando una
mayor eficiencia en su uso, pues muchas veces estaban subutilizados.
La nueva disposición da prioridad a las entidades
estatales para hacer reservas, pero permite a cualquier persona utilizar las
casas de visita, “con fines de trabajo, descanso y recreación”.
El pago será en pesos cubanos, a precios fijados por
los gobiernos provinciales, pero algunas casas estarán autorizadas a cobrar en
divisas.
El reglamento distingue dos tipos de casas de visita,
las de “alojamiento”, para más de una noche, y las de “tránsito”, por algunas
horas.
Hasta la década de 1990 en la isla existían “posadas”
del Estado que servían de casas de citas por horas para parejas, pero
desaparecieron con la crisis económica. En años recientes resurgieron,
autorizadas por la ley, pero ahora son privadas.
El nuevo reglamento aparentemente abriría esa
modalidad en las casas de visita de “tránsito” del Estado.
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