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venerdì 23 agosto 2013
giovedì 22 agosto 2013
mercoledì 21 agosto 2013
lunedì 19 agosto 2013
Sans Souci, seconda e ultima parte
Historia perdida del Sans Souci (II y final)
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
17 de Agosto del 2013 20:48:55 CDT
Tan desfavorable fue para el cabaré la propaganda que se hizo con
motivo del razzle-dazzle —aquel extraño y apenas comprensible juego de
ocho dados en el que los incautos creían tener asegurado el triunfo
siempre que no dejaran de doblar la apuesta—, que en 1953 su nuevo
administrador pensó en cambiar el nombre del establecimiento.
«Copahabana» pareció en un primer momento un buen término, pero al
final se decidió que el nightclub-casino siguiera llamándose como
hasta entonces, pues su nombre era un hito bien consolidado en la vida
nocturna habanera y una referencia más allá de los límites de la Isla.
El cambio sería más profundo. De entrada, la clientela debía
convencerse de que el establecimiento ofrecía un juego «limpio».
Corría el año de 1955 cuando la administración dispuso la ampliación y
reconstrucción del lugar. Dos años después concluirían las obras, que
contemplaron la remodelación del casino y la instalación de nuevas
máquinas tragamonedas —las llamadas «ladronas de un solo brazo»— y la
construcción de un salón provisto de techo de cristal para que en
noches de lluvia pudiera disfrutarse tranquilamente del espectáculo
que de manera habitual se ofrecía a cielo abierto. Mil cien visitantes
pudieron sentarse entonces de una vez en las áreas de Sans Souci, que
reservó un espacio privado para grandes apostadores quienes, sin
límite de horario, jugaban contra ellos mismos y no contra la casa,
que recaudaba al final un porcentaje de las ganancias. El Nevada
Cocktail Lounge regalaba, en el casino, agradables momentos musicales
independientes de los del espectáculo que se brindaba fuera.
Fue en ese bar donde Santo Trafficante cogió delirio con Tú, mi
delirio, contó a este cronista, en el año 2001, César Portillo de la
Luz, autor del mencionado bolero. El compositor formaba parte de un
grupo musical en el que también figuraba Frank Domínguez, que
amenizaba la noche en el Nevada. Recordó Portillo en aquella
entrevista que, siempre que llegaba al bar, el cabecilla mafioso que
ya para entonces controlaba el cabaré-casino, decía a un cantinero al
que apodaban el Guajiro, y que después trabajó en El Mandarín, que
pidiera al grupo que interpretara Tú, mi delirio para él. Después, en
agradecimiento, les hacía llegar por la misma vía una botella de
champán o un billete de cien dólares que los músicos se repartían a
partes iguales.
El gorrión de París.
El consumo mínimo en el cabaré pasó de tres pesos con cincuenta
centavos a cinco pesos, sin que fuera necesario abonar cantidad alguna
para acceder al casino. Había una cocina de altura en Sans Souci y su
carta-menú era de las más completas entre los centros nocturnos. Los
espectáculos contaban con la participación de un coro de 14 voces,
algo inédito en establecimientos de ese tipo.
Tras su reinauguración, en diciembre de 1957, grandes figuras
internacionales alternaron en su pista con los mejores valores
locales. Vino, entre otros muchos artistas, Edith Piaf, el llamado
gorrión de París. La prensa la presentaba como una grande de Francia,
pero los productores del Sans Souci, luego de contratarla, no estaban
seguros del todo de cómo la acogería un público que, entre whiskys y
caderas en ebullición, apenas tenía otra pretensión que la de pasar el
rato y divertirse. Dio la Piaf instrucciones a los luminotécnicos de
cómo manejar las luces durante su actuación y rechazó el pedido de que
saliera a escena vistiendo un modelo de Patou o de Dior. Lo haría con
su sencillo vestido negro de siempre, una ropa que, por su color
—decía— resaltaba mejor sus gestos y los movimientos de las manos.
Llegó la noche del debut y había de todo entre los espectadores. Desde
admiradores legítimos hasta los que auguraban un fracaso rotundo a la
cancionera, pasando por los que, sin conocerla, agradecían la
posibilidad de poder valorarla de cerca. Fue todo un éxito. Abrió la
Piaf con La vida en rosa y, con su voz raída, continuó sus
interpretaciones para meterse al público en el bolsillo.
Dos grandes producciones presentadas en la pista de Sans Souci
consigna la crónica. Sun Sun Babae, de Rodney, e Iroko Bamba Bamba, de
Alberto Alonso, que se tiene como el espectáculo «más grande y
costoso» que se presentara en un cabaré habanero. Contó con cien
participantes.
En la primera, un grupo de bailarines negros desciende del escenario,
seguido por los reflectores, y se acerca a la mesa ocupada por una
muchacha rubia que no puede apartar los ojos de los hombres
semidesnudos que la rodean y que la atraen y la asustan al mismo
tiempo. Terminan ellos levantándola de su asiento y llevándola al
escenario, donde la muchacha se embriaga con el sonido de los tambores
y los cantos cada vez más fuertes, mientras que el público,
hipnotizado y confundido, no sabe bien si aquello forma parte o no del
espectáculo.
De pronto, la rubia, enloquecida, se arranca el vestido y cubierta
apenas por su ropa interior, mínima y provocativa, comienza a bailar.
Sus movimientos se vuelven cada vez más frenéticos y lascivos y los
hombres la alzan y pasa ella de unos brazos a otros hasta que, en
medio de una música in crescendo, sale de su trance, profiere un grito
de turbación y recoge apresuradamente su ropa. Todavía semidesnuda
huye del escenario y atraviesa el salón para salir por una puerta
trasera.
A esa altura, confirman ya los espectadores que la muchacha rubia —en
realidad la bailarina norteamericana Skippy, de Nueva Jersey— no es
una clienta más del cabaré, sino que está incluida en el libreto de la
producción de Rodney y, sorprendidos en su ingenuidad, ríen
discretamente primero y enseguida aplauden a rabiar.
Tiene el cabaré en su elenco a bailarinas del calibre de Sonia Calero
y otra que se hace llamar Cara Melo, a quien la crítica define como la
danza hecha mujer y que personifica como pocas —se dice también— el
espíritu de Sans Souci. En ella tienen puestos los ojos productores de
Broadway.
El Chori no tuvo suerte en Sans Souci y no fue culpable de ello la
gerencia del lugar. El famoso percusionista se presentaba en cabarés
de mala muerte de la Playa de Marianao, en la Quinta Avenida, frente
al Coney Island, cuando lo contrataron para que actuara en Sans Souci
junto a Miguelito Valdés. Cuenta el narrador Leonardo Padura que
además de la paga respetable, el centro nocturno garantizaba al
artista la ropa adecuada, una habitación en el hotel Plaza y un auto
con chofer. Pero aquel hechizo duró poco. Chori no era miembro de la
Asociación de Músicos y eso lo invalidaba para actuar en lugares de
aquella categoría. Si no obedecía, le aplicaban la Ley de Estaca. Es
decir, lo apaleaban al final de las funciones. Y Chori volvió a la
Playa, a su vieja existencia pacífica de rones baratos y noches de
música despreocupada.
Sans Souci parecía no escatimar recursos en el empeño de írsele por
arriba a Tropicana y al cabaré Montmartre, del Vedado. Solo que, como
afirmó el maestro Portillo de la Luz en la entrevista aludida, «cuando
Sans Souci comenzó a despegar en grande, ya el prestigio de Tropicana
estaba consolidado».
Además de Edith Piaf, en la temporada 1957-1958 desfilaron por su
pista Denis Darcel, Ilona Massey y Cab Calloway, Dorothy Dandridge,
Joanne Gilbert y Tony Martin, entre otras figuras del mundo del
espectáculo norteamericano y europeo. Y para la temporada siguiente
pensaba la gerencia del cabaré contratar a Marlene Dietrich, Liberace
y Susan Hayward como animadores de sus noches.
Por otra parte, el cabaré ofreció a Rocky Marciano, campeón mundial de
boxeo de los pesos completos que se había retirado invicto, 350 000
dólares si aceptaba enfrentarse, en la propia instalación, al Niño
Valdés, su antiguo retador cubano. Pero Marciano no aceptó la
propuesta. El hecho podría dar pie a una sabrosa crónica. Sucedió que,
durante un entrenamiento, el Niño, con intención o sin ella, propinó
un puñetazo al campeón del mundo que lo envió a la lona. De más está
decir que hasta ahí llegó el cubano como esparring del campeón, pero
se convirtió en su retador. Marciano nunca le dio la pelea.
La última noche.
El año de 1957 fue bueno para Santo Trafficante. El 12 de marzo pidió
permiso de residencia permanente en Cuba a fin de vigilar de cerca sus
intereses en La Habana. A esa altura, además de Sans Souci, controlaba
una agencia de contratación de artistas y, se asegura, llegaría a ser
propietario o tendría intereses mayoritarios en el hotel Deauville, un
edificio de 140 habitaciones situado en la esquina de Galiano y
Malecón, y era completamente suya la concesión del juego en esa
instalación. Controlaba asimismo el hotel Comodoro, con su casino, y
tenía una participación en la concesión del juego en Tropicana. Sus
intereses se extendían también —se dice—, al casino del hotel Capri.
Frank Ragano, que fue abogado de Trafficante durante la estancia del
gánster en Cuba, y después, dijo en un libro que publicó tras la
muerte de su jefe y en el que reveló no pocos de sus peores delitos,
que una noche Trafficante lo hizo pasar a través de uno de los
servicios sanitarios para caballeros de Sans Souci a una habitación
que permanecía cerrada con llave. La pared del fondo estaba llena de
cajas de seguridad. En esas cajas, explicó Trafficante a su abogado,
cubanos ricos guardaban cocaína para consumo propio.
Llegó así el 31 de diciembre de 1958. El último día de ese año no
parecía que sería distinto a los demás, pese a que el Ejército Rebelde
tendía un cerco elástico en torno a la ciudad de Santiago de Cuba, y
Santa Clara estaba a punto de caer en manos de la guerrilla, mientras
que la dictadura de Batista ahogaba a La Habana en un mar de sangre.
Esa noche actuaban en el Sans Souci el cuarteto D’Aida y se presentaba
Sabor y souvenir de Haití, producción del coreógrafo Víctor Álvarez,
con Martha Jean-Claude, Míriam Barrera, Nancy Álvarez y los bailarines
Ana Gloria y Ferrán.
Había concluido ya el show cuando Meyer Lansky llegó a la instalación.
Se enteró en el hotel Plaza de la huida de Batista y al igual que lo
había hecho ya en otros casinos, recomendó a Trafficante que recogiera
todo el dinero y cerrara el local. Trafficante sacó el dinero, pero
demoró en cerrar el establecimiento. A la vuelta de pocas horas el
casino de Sans Souci, invadido por el pueblo, estaba destrozado.
¿También destrozó la multitud el cabaré? Viejos trabajadores
gastronómicos contaron a este escribidor que en la madrugada del 1ro.
de enero grupos airados quisieron penetrar en Tropicana y que los
empleados del lugar lo impidieron, lo que no sucedió en Sans Souci,
que quedó totalmente destruido, por lo que también el cabaré, y no
solo el casino, cerró sus puertas a partir de entonces. Sin embargo,
la prensa inserta los anuncios de los espectáculos que allí se
exhibieron en los dos meses iniciales de 1959. Tangolandia, en enero,
con Rolando Laserie, Nancy Álvarez y Ana Gloria, y Sabor, en febrero,
también con Nancy Álvarez. ¿Se presentaron allí esos espectáculos o se
trata de anuncios pagados de antemano y que no respondían ya a la
realidad? Otro punto oscuro en la historia de este famoso centro
nocturno habanero.
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/
Storia perduta del Sans Soucì (II parte e fine)
Fu tanto sfavorevole la propaganda che si fece al cabaret con mira al “razzle-dazzle” - quello strano e incomprensibile gioco con otto dadi nel quale gli ingenui credevano da ever assicurato il successo sempre che raddoppiassero la posta – che nel 1953 il nuovo amministratore pensò di cambiare nome al locale. “Copahabana” sembrava all'inizio una buona scelta, ma alla fine si decise che il night club-casinò continuasse a chiamarsi come prima, il suo nome era un fatto ben consolidato nella vita notturna avanera e un riferimento che andava oltre i limiti dell'Isola. Il cambio sarebbe stato più profondo. D'acchito la clientela doveva essere convinta che il locale offriva un gioco “pulito”. Correva l'anno 1955, quando l'amministrazione dispose l'ampliamento e ristrutturazione del luogo. Due anni dopo si conclusero i lavori che contemplavano il rinnovamento del casinò e l'installazione di nuove macchinette mangiasoldi – le cosiddette “ladre con un solo braccio” - e la costruzione di un salone provvisto di tetto di vetro perché nelle serate di pioggia si potesse godere tranquillamente dello spettacolo che normalmente si svolgeva all'aperto. Mille e cento visitatori potevano, quindi sedersi contemporaneamente nel Sans Soucì, que aveva riservato uno spazio privato per i grandi giocatori che, senza limite di orario, giocavano fra di loro e non contro la casa che incassava, alla fine, una percentuale sui guadagni. Il Nevada Cocktail Lounge regalava, nel casinò, gradevoli momenti musicali indipendenti dallo spettacolo che si offriva fuori. Fu in questo bar dove Santo Trafficante si innamoro di “Tú mi delirio”, raccontò a questo cronista nell'anno 2001, César Portillo de la Luz, autore del citato bolero. Il compositore faceva parte di un gruppo musicale nel quale figurava anche Frank Domínguez, che amenizzava la sera nel Nevada. Portillo, ricordò, in quell'intervista, che quando arrivava al bar il capoccia mafioso che già da allora controllava il cabaret-casinò, diceva a un barista che chiamavano el guajiro, che poi lavorò nel Mandarín, che chiedesse al gruppo di interpretare “Tú mi delirio” per lui. Dopo, come ringraziamento, gli faceva arrivare per la stessa via una bottiglia di champagne o un biglietto da cento dollari che i musicisti si dividevano in parti uguali.
L'usignolo di Parigi.
La consumazione minima dl cabaret passò da tre pesos e cinquanta centesimi a cinque pesos, senza che fosse necessario lasciare altro per accedere al casinò. C'era un'alta cucina nel Sans Soucì e il suo menù era fra i più completi dei centri notturni. Gli spettacoli contavano con la partecipazione di un coro di 14 voci, qualcosa di inedito in locali di questo tipo.
Dopo la sua inaugurazione, nel dicembre 1957, garndi figure internazionali si alternarono nel suo palco con i migliori artisti locali. Venne, tra molti altri artisti Edith Piaf, soprannominata l'usignolo di Parigi. La stampa la presentò come una grande di Francia, ma i produttori del Sans Soucì, dopo averla contrattata non erano del tutto sicuri di come l'avrebbe accolta un pubblico che, tra whisky e anche traboccanti, aveva solo la pretesa di passare il tempo e divertirsi un po'. La Piaf diede istruzioni ai tecnici delle luci di come manovrare i riflettori durante il suo numero e respinse la richiesta di entrare in scena vestendo un abito di Patou o di Dior. Lo fece col suo vestito nero di sempre, un capo che – diceva – risaltava meglio i suoi gesti e i movimenti delle mani. Giunse la sera del debutto e tra il pubblico c'era di tutto. Da ammiratori legittimi a coloro che auguravano un fiasco alla cantante, passando per quelli che senza conoscerla, ringraziavano la possibilità di poterla valutare da vicino. Fu un grande successo. La Piaf aprì con “La vie en rose” e con la sua voce roca, continuò le sue interpretazioni per mettersi in tasca il pubblico.
La cronaca segnala altre due grandi produzioni presentate sul palco del Sans Soucì. Sun Sun Babae, di Rodney, e Iroko Bamba Bamba di Alberto Alonso che si tennero come lo “spettacolo più grande e costoso” che si presentasse in un cabaret avanero e contavano con cento partecipanti in scena.
Nella prima, un gruppo di ballerini negri scende dallo scenario, seguito dai riflettori e si avvicina al tavolo occupato da una ragazza bionda che non riesce a distogliere lo sguardo dagli uomini seminudi che la circondano, la attraggono e la spaventano allo stesso tempo. Poi terminano sollevandola dalla sua sedia e portandola sullo scenario, dove la ragazza si ubriaca col ritmo dei tamburi e i canti sempre più forti, mentre il pubblico, ipnotizzato e confuso, non sa bene se quello fa parte dello spettacolo o no.
Improvvisamente la bionda, impazzita si strappa il vestito e coperta solo con l'intimo, ridotto al minimo e provocante, comincia a ballare. I suoi movimenti diventano sempre più frenetici e lascivi, gli uomini la sollevano e lei passa da un abbraccio all'altro finoa che in mezzo a un crescendo di musica, esce dalla trance, lancia un grido di perturbazione e raccoglie in fretta la sua roba. Ancora seminuda fugge dallo scenario e attraversa il salone per uscire da una porta posteriore.
A questo punto, gli spettatori hanno la conferma che la ragazza bionda – in realtà la ballerina nordamericana Skippy, del New jersey – non è una cliente del cabaret, ma fa parte della coreografia della produzione di Rodney e sorpresi per la propria ingenuità, dapprima ridono discretamente per poi prorompere in un applauso frenetico.
Il cabaret aveva nel suo cast un elenco di ballerine del calibro di Sonia Calero
e un'altra che si faceva chiamare Cara Melo (cara mella n.d.t.) che la critica definiva come la danza fatta donna e che impersona come poche – si dice anche – lo spirito del sans Soucì. In lei sono posti gli occhi dei produttori di Broadway.
El Chori non ebbe fortuna nel Sans Soucì e di questo non ebe colpa la gestione del luogo. Il famoso percussionista si presentava in cabaret di quart'ordine della playa di Marianao, nella Quinta Avenida, di fronte al Coney Island, quando lo contrattarono perché attuasse al Sans Soucì assieme a Miguelito Valdés. Il narratore Leonardo Padura racconta che oltre a un compenso rispettabile, il centro notturno garantiva all'artista i vestiti adeguati, una camera all'hotel Plaza e un'auto con autista. Però quell'incantesimo durò poco. Chori non era membro dell'Associazione dei Musicisti e questo gli vietava di lavorare in locali di quella categoria. Se non avesse obbedito gli avrebbero applicato la Legge del Bastone. Ovvero lo avrebbero bastonato alla fine degli spettacoli. Così Chori tornò alla Playa, alla sua vecchia esistenza tranquilla di rum economico e serate di musica senza pensieri.
Sans Soucì sembrava non risparmiare risorse nell'impegno di superare il Tropicana e il cabaret Montmartre del Vedado. Solo che, come affermò il maestro Portillo de la Luz nella citata intervista, “quando Sans Soucì cominciò a decollare alla grande, il prestigio del Tropicana era già consolidato”.
Oltre a Edith Piaf, nella stagione 1957-1958, sono passati per il suo palco Denis Darcel, Ilona Massey e Cab calloway, Dorothy Dandridge, Joanne Gilbert e Tony Martin, far le altre figure del mondo dello spettacolo nordamericano e europeo. Per la stagione seguente la gerenza del cabaret pensava di contrattare Marlene Dietrich, Liberace e Susan Hayward come animatori delle serate.
Inoltre il cabaret offrì a Rocky Marciano, campione mondiale dei pesi massimi che si era ritirato imbattuto, 350.000 dollari se accettava incontrare, in quella installazione, il Niño Valdés, suo antico sfidante cubano. Marciano però non accettò la proposta. Il fatto poteva dar piede a una cronaca saporita. Successe che durante un allenamento, il Niño, con intenzione o senza, dette un cazzotto al campione del mondo che lo mise al tappeto. Inutile dire che terminò li la carriera del cubano come sparring partner del campione, però si convertì nel suo sfidante. Marciano non accettò mai l'incontro.
L'ultima notte.
L'anno 1957 fu buono per Santo Trafficante. Il 12 marzo chiese il permesso di residenza permanente a Cuba al fine di sorvegliare da vicino i suoi interessi all'Avana. A questo punto,oltre a Sans Soucì, controllava un'agenzia di contrattazione di artisti e, si dava per certo, sarebbe giunto a essere proprietario o avere la maggioranza nell'hotel Deauville, un edificio di 140 camere sito all'angolo di Galiano e Malecón ed era completamente sua la concessione del gioco in questa installazione. Controllava anche l'hotel Comodoro, col suo casinò e aveva una partecipazione nel gioco al Tropicana. I suoi interssi si estendevano anche – si dice – al casinò dell'hotel Capri.
Frank ragano, che fu avvocato di Trafficante durante il soggiorno del gangster a Cuba, e anche dopo, in un libro che scrisse e pubblicò dopo la morte del suo capo e nel quale rivelò non pochi dei suoi peggiori delitti, che una sera Trafficante lo fece passare attraverso uno dei servizi sanitari per uomini del Sans Soucì a una stanza che rimaneva chiusa a chiave. La parete di fondo era piena di cassette di sicurezza. In queste cassette, spiegò Trafficante, al suo avvocato, alcuni cubani ricchi tenevano la cocaina per proprio uso.
Giunse così il 31 dicembre del 1958. L'ultimo giorno di quell'anno non sembrava diverso agli altri, nonostante l'Esercito Rebelde tendese un cerchio elastico attorno alle città di Santiago de Cuba, e Santa Clara stesse per cadere in mano alla guerriglia, mentre la dittatura di Batista affogava l'Avana in un mare di sangue. Quella sera era di scena al Sans Soucì il quartetto D'Aida e si presentava Sapore e souvenir di Haiti, produzione del coreografo Victor Álvarez, con Martha Jean-Claude, Miriam Barrera, Nancy Álvarez e i ballerini Ana Gloria e Ferrán.
Lo spettacolo si era già concluso quando Meyer lansky giunse al locale. Aveva saputo all'hotel Plaza della fuga di Batista e allo stesso modo che aveva fatto in altri casinò, raccomandò a Trafficante di raccogliere tutti i soldi e chiudere il locale. Trafficante prese i soldi, ma ritardò nella chiusura del locale. Nel giro di poche ore il casinò del Sans Soucì, invaso dal popolo venne distrutto. La moltitudine distrusse anche il cabaret? Vecchi lavoratori del settore raccontarono a questo scriba che all'alba del 1° gennaio, gruppi agitati vollero penetrare nel Tropicana e che i lavoratori del posto lo impedirono, cosa che non successe al Sans Soucì che rimase completamente distrutto, pertanto non solo il casinò, ma anche il cabaret chiuse le sue porte da allora. Senza dubbio, la stampa includeva gli annunci degli spettacoli che si tenevano li anche nei due mesi iniziali del 1959. “Tangolandia” in gennaio, con Rolando Laserie, Nancy, Álvarez e Ana Gloria, e “Sabor” in febbraio anche questo con Nancy Álvarez. Si presentarono questi spettacoli o si trattava di annunci pagati in precedenza e che in realtà non si tennero? Altro punto oscuro di questo famoso centro notturno avanero.
(Nota del Traduttore: immagino che se il locale venne distrutto, non si poterono tenere gli spettacoli, ma io non c'ero...)
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
17 de Agosto del 2013 20:48:55 CDT
Tan desfavorable fue para el cabaré la propaganda que se hizo con
motivo del razzle-dazzle —aquel extraño y apenas comprensible juego de
ocho dados en el que los incautos creían tener asegurado el triunfo
siempre que no dejaran de doblar la apuesta—, que en 1953 su nuevo
administrador pensó en cambiar el nombre del establecimiento.
«Copahabana» pareció en un primer momento un buen término, pero al
final se decidió que el nightclub-casino siguiera llamándose como
hasta entonces, pues su nombre era un hito bien consolidado en la vida
nocturna habanera y una referencia más allá de los límites de la Isla.
El cambio sería más profundo. De entrada, la clientela debía
convencerse de que el establecimiento ofrecía un juego «limpio».
Corría el año de 1955 cuando la administración dispuso la ampliación y
reconstrucción del lugar. Dos años después concluirían las obras, que
contemplaron la remodelación del casino y la instalación de nuevas
máquinas tragamonedas —las llamadas «ladronas de un solo brazo»— y la
construcción de un salón provisto de techo de cristal para que en
noches de lluvia pudiera disfrutarse tranquilamente del espectáculo
que de manera habitual se ofrecía a cielo abierto. Mil cien visitantes
pudieron sentarse entonces de una vez en las áreas de Sans Souci, que
reservó un espacio privado para grandes apostadores quienes, sin
límite de horario, jugaban contra ellos mismos y no contra la casa,
que recaudaba al final un porcentaje de las ganancias. El Nevada
Cocktail Lounge regalaba, en el casino, agradables momentos musicales
independientes de los del espectáculo que se brindaba fuera.
Fue en ese bar donde Santo Trafficante cogió delirio con Tú, mi
delirio, contó a este cronista, en el año 2001, César Portillo de la
Luz, autor del mencionado bolero. El compositor formaba parte de un
grupo musical en el que también figuraba Frank Domínguez, que
amenizaba la noche en el Nevada. Recordó Portillo en aquella
entrevista que, siempre que llegaba al bar, el cabecilla mafioso que
ya para entonces controlaba el cabaré-casino, decía a un cantinero al
que apodaban el Guajiro, y que después trabajó en El Mandarín, que
pidiera al grupo que interpretara Tú, mi delirio para él. Después, en
agradecimiento, les hacía llegar por la misma vía una botella de
champán o un billete de cien dólares que los músicos se repartían a
partes iguales.
El gorrión de París.
El consumo mínimo en el cabaré pasó de tres pesos con cincuenta
centavos a cinco pesos, sin que fuera necesario abonar cantidad alguna
para acceder al casino. Había una cocina de altura en Sans Souci y su
carta-menú era de las más completas entre los centros nocturnos. Los
espectáculos contaban con la participación de un coro de 14 voces,
algo inédito en establecimientos de ese tipo.
Tras su reinauguración, en diciembre de 1957, grandes figuras
internacionales alternaron en su pista con los mejores valores
locales. Vino, entre otros muchos artistas, Edith Piaf, el llamado
gorrión de París. La prensa la presentaba como una grande de Francia,
pero los productores del Sans Souci, luego de contratarla, no estaban
seguros del todo de cómo la acogería un público que, entre whiskys y
caderas en ebullición, apenas tenía otra pretensión que la de pasar el
rato y divertirse. Dio la Piaf instrucciones a los luminotécnicos de
cómo manejar las luces durante su actuación y rechazó el pedido de que
saliera a escena vistiendo un modelo de Patou o de Dior. Lo haría con
su sencillo vestido negro de siempre, una ropa que, por su color
—decía— resaltaba mejor sus gestos y los movimientos de las manos.
Llegó la noche del debut y había de todo entre los espectadores. Desde
admiradores legítimos hasta los que auguraban un fracaso rotundo a la
cancionera, pasando por los que, sin conocerla, agradecían la
posibilidad de poder valorarla de cerca. Fue todo un éxito. Abrió la
Piaf con La vida en rosa y, con su voz raída, continuó sus
interpretaciones para meterse al público en el bolsillo.
Dos grandes producciones presentadas en la pista de Sans Souci
consigna la crónica. Sun Sun Babae, de Rodney, e Iroko Bamba Bamba, de
Alberto Alonso, que se tiene como el espectáculo «más grande y
costoso» que se presentara en un cabaré habanero. Contó con cien
participantes.
En la primera, un grupo de bailarines negros desciende del escenario,
seguido por los reflectores, y se acerca a la mesa ocupada por una
muchacha rubia que no puede apartar los ojos de los hombres
semidesnudos que la rodean y que la atraen y la asustan al mismo
tiempo. Terminan ellos levantándola de su asiento y llevándola al
escenario, donde la muchacha se embriaga con el sonido de los tambores
y los cantos cada vez más fuertes, mientras que el público,
hipnotizado y confundido, no sabe bien si aquello forma parte o no del
espectáculo.
De pronto, la rubia, enloquecida, se arranca el vestido y cubierta
apenas por su ropa interior, mínima y provocativa, comienza a bailar.
Sus movimientos se vuelven cada vez más frenéticos y lascivos y los
hombres la alzan y pasa ella de unos brazos a otros hasta que, en
medio de una música in crescendo, sale de su trance, profiere un grito
de turbación y recoge apresuradamente su ropa. Todavía semidesnuda
huye del escenario y atraviesa el salón para salir por una puerta
trasera.
A esa altura, confirman ya los espectadores que la muchacha rubia —en
realidad la bailarina norteamericana Skippy, de Nueva Jersey— no es
una clienta más del cabaré, sino que está incluida en el libreto de la
producción de Rodney y, sorprendidos en su ingenuidad, ríen
discretamente primero y enseguida aplauden a rabiar.
Tiene el cabaré en su elenco a bailarinas del calibre de Sonia Calero
y otra que se hace llamar Cara Melo, a quien la crítica define como la
danza hecha mujer y que personifica como pocas —se dice también— el
espíritu de Sans Souci. En ella tienen puestos los ojos productores de
Broadway.
El Chori no tuvo suerte en Sans Souci y no fue culpable de ello la
gerencia del lugar. El famoso percusionista se presentaba en cabarés
de mala muerte de la Playa de Marianao, en la Quinta Avenida, frente
al Coney Island, cuando lo contrataron para que actuara en Sans Souci
junto a Miguelito Valdés. Cuenta el narrador Leonardo Padura que
además de la paga respetable, el centro nocturno garantizaba al
artista la ropa adecuada, una habitación en el hotel Plaza y un auto
con chofer. Pero aquel hechizo duró poco. Chori no era miembro de la
Asociación de Músicos y eso lo invalidaba para actuar en lugares de
aquella categoría. Si no obedecía, le aplicaban la Ley de Estaca. Es
decir, lo apaleaban al final de las funciones. Y Chori volvió a la
Playa, a su vieja existencia pacífica de rones baratos y noches de
música despreocupada.
Sans Souci parecía no escatimar recursos en el empeño de írsele por
arriba a Tropicana y al cabaré Montmartre, del Vedado. Solo que, como
afirmó el maestro Portillo de la Luz en la entrevista aludida, «cuando
Sans Souci comenzó a despegar en grande, ya el prestigio de Tropicana
estaba consolidado».
Además de Edith Piaf, en la temporada 1957-1958 desfilaron por su
pista Denis Darcel, Ilona Massey y Cab Calloway, Dorothy Dandridge,
Joanne Gilbert y Tony Martin, entre otras figuras del mundo del
espectáculo norteamericano y europeo. Y para la temporada siguiente
pensaba la gerencia del cabaré contratar a Marlene Dietrich, Liberace
y Susan Hayward como animadores de sus noches.
Por otra parte, el cabaré ofreció a Rocky Marciano, campeón mundial de
boxeo de los pesos completos que se había retirado invicto, 350 000
dólares si aceptaba enfrentarse, en la propia instalación, al Niño
Valdés, su antiguo retador cubano. Pero Marciano no aceptó la
propuesta. El hecho podría dar pie a una sabrosa crónica. Sucedió que,
durante un entrenamiento, el Niño, con intención o sin ella, propinó
un puñetazo al campeón del mundo que lo envió a la lona. De más está
decir que hasta ahí llegó el cubano como esparring del campeón, pero
se convirtió en su retador. Marciano nunca le dio la pelea.
La última noche.
El año de 1957 fue bueno para Santo Trafficante. El 12 de marzo pidió
permiso de residencia permanente en Cuba a fin de vigilar de cerca sus
intereses en La Habana. A esa altura, además de Sans Souci, controlaba
una agencia de contratación de artistas y, se asegura, llegaría a ser
propietario o tendría intereses mayoritarios en el hotel Deauville, un
edificio de 140 habitaciones situado en la esquina de Galiano y
Malecón, y era completamente suya la concesión del juego en esa
instalación. Controlaba asimismo el hotel Comodoro, con su casino, y
tenía una participación en la concesión del juego en Tropicana. Sus
intereses se extendían también —se dice—, al casino del hotel Capri.
Frank Ragano, que fue abogado de Trafficante durante la estancia del
gánster en Cuba, y después, dijo en un libro que publicó tras la
muerte de su jefe y en el que reveló no pocos de sus peores delitos,
que una noche Trafficante lo hizo pasar a través de uno de los
servicios sanitarios para caballeros de Sans Souci a una habitación
que permanecía cerrada con llave. La pared del fondo estaba llena de
cajas de seguridad. En esas cajas, explicó Trafficante a su abogado,
cubanos ricos guardaban cocaína para consumo propio.
Llegó así el 31 de diciembre de 1958. El último día de ese año no
parecía que sería distinto a los demás, pese a que el Ejército Rebelde
tendía un cerco elástico en torno a la ciudad de Santiago de Cuba, y
Santa Clara estaba a punto de caer en manos de la guerrilla, mientras
que la dictadura de Batista ahogaba a La Habana en un mar de sangre.
Esa noche actuaban en el Sans Souci el cuarteto D’Aida y se presentaba
Sabor y souvenir de Haití, producción del coreógrafo Víctor Álvarez,
con Martha Jean-Claude, Míriam Barrera, Nancy Álvarez y los bailarines
Ana Gloria y Ferrán.
Había concluido ya el show cuando Meyer Lansky llegó a la instalación.
Se enteró en el hotel Plaza de la huida de Batista y al igual que lo
había hecho ya en otros casinos, recomendó a Trafficante que recogiera
todo el dinero y cerrara el local. Trafficante sacó el dinero, pero
demoró en cerrar el establecimiento. A la vuelta de pocas horas el
casino de Sans Souci, invadido por el pueblo, estaba destrozado.
¿También destrozó la multitud el cabaré? Viejos trabajadores
gastronómicos contaron a este escribidor que en la madrugada del 1ro.
de enero grupos airados quisieron penetrar en Tropicana y que los
empleados del lugar lo impidieron, lo que no sucedió en Sans Souci,
que quedó totalmente destruido, por lo que también el cabaré, y no
solo el casino, cerró sus puertas a partir de entonces. Sin embargo,
la prensa inserta los anuncios de los espectáculos que allí se
exhibieron en los dos meses iniciales de 1959. Tangolandia, en enero,
con Rolando Laserie, Nancy Álvarez y Ana Gloria, y Sabor, en febrero,
también con Nancy Álvarez. ¿Se presentaron allí esos espectáculos o se
trata de anuncios pagados de antemano y que no respondían ya a la
realidad? Otro punto oscuro en la historia de este famoso centro
nocturno habanero.
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
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Storia perduta del Sans Soucì (II parte e fine)
Fu tanto sfavorevole la propaganda che si fece al cabaret con mira al “razzle-dazzle” - quello strano e incomprensibile gioco con otto dadi nel quale gli ingenui credevano da ever assicurato il successo sempre che raddoppiassero la posta – che nel 1953 il nuovo amministratore pensò di cambiare nome al locale. “Copahabana” sembrava all'inizio una buona scelta, ma alla fine si decise che il night club-casinò continuasse a chiamarsi come prima, il suo nome era un fatto ben consolidato nella vita notturna avanera e un riferimento che andava oltre i limiti dell'Isola. Il cambio sarebbe stato più profondo. D'acchito la clientela doveva essere convinta che il locale offriva un gioco “pulito”. Correva l'anno 1955, quando l'amministrazione dispose l'ampliamento e ristrutturazione del luogo. Due anni dopo si conclusero i lavori che contemplavano il rinnovamento del casinò e l'installazione di nuove macchinette mangiasoldi – le cosiddette “ladre con un solo braccio” - e la costruzione di un salone provvisto di tetto di vetro perché nelle serate di pioggia si potesse godere tranquillamente dello spettacolo che normalmente si svolgeva all'aperto. Mille e cento visitatori potevano, quindi sedersi contemporaneamente nel Sans Soucì, que aveva riservato uno spazio privato per i grandi giocatori che, senza limite di orario, giocavano fra di loro e non contro la casa che incassava, alla fine, una percentuale sui guadagni. Il Nevada Cocktail Lounge regalava, nel casinò, gradevoli momenti musicali indipendenti dallo spettacolo che si offriva fuori. Fu in questo bar dove Santo Trafficante si innamoro di “Tú mi delirio”, raccontò a questo cronista nell'anno 2001, César Portillo de la Luz, autore del citato bolero. Il compositore faceva parte di un gruppo musicale nel quale figurava anche Frank Domínguez, che amenizzava la sera nel Nevada. Portillo, ricordò, in quell'intervista, che quando arrivava al bar il capoccia mafioso che già da allora controllava il cabaret-casinò, diceva a un barista che chiamavano el guajiro, che poi lavorò nel Mandarín, che chiedesse al gruppo di interpretare “Tú mi delirio” per lui. Dopo, come ringraziamento, gli faceva arrivare per la stessa via una bottiglia di champagne o un biglietto da cento dollari che i musicisti si dividevano in parti uguali.
L'usignolo di Parigi.
La consumazione minima dl cabaret passò da tre pesos e cinquanta centesimi a cinque pesos, senza che fosse necessario lasciare altro per accedere al casinò. C'era un'alta cucina nel Sans Soucì e il suo menù era fra i più completi dei centri notturni. Gli spettacoli contavano con la partecipazione di un coro di 14 voci, qualcosa di inedito in locali di questo tipo.
Dopo la sua inaugurazione, nel dicembre 1957, garndi figure internazionali si alternarono nel suo palco con i migliori artisti locali. Venne, tra molti altri artisti Edith Piaf, soprannominata l'usignolo di Parigi. La stampa la presentò come una grande di Francia, ma i produttori del Sans Soucì, dopo averla contrattata non erano del tutto sicuri di come l'avrebbe accolta un pubblico che, tra whisky e anche traboccanti, aveva solo la pretesa di passare il tempo e divertirsi un po'. La Piaf diede istruzioni ai tecnici delle luci di come manovrare i riflettori durante il suo numero e respinse la richiesta di entrare in scena vestendo un abito di Patou o di Dior. Lo fece col suo vestito nero di sempre, un capo che – diceva – risaltava meglio i suoi gesti e i movimenti delle mani. Giunse la sera del debutto e tra il pubblico c'era di tutto. Da ammiratori legittimi a coloro che auguravano un fiasco alla cantante, passando per quelli che senza conoscerla, ringraziavano la possibilità di poterla valutare da vicino. Fu un grande successo. La Piaf aprì con “La vie en rose” e con la sua voce roca, continuò le sue interpretazioni per mettersi in tasca il pubblico.
La cronaca segnala altre due grandi produzioni presentate sul palco del Sans Soucì. Sun Sun Babae, di Rodney, e Iroko Bamba Bamba di Alberto Alonso che si tennero come lo “spettacolo più grande e costoso” che si presentasse in un cabaret avanero e contavano con cento partecipanti in scena.
Nella prima, un gruppo di ballerini negri scende dallo scenario, seguito dai riflettori e si avvicina al tavolo occupato da una ragazza bionda che non riesce a distogliere lo sguardo dagli uomini seminudi che la circondano, la attraggono e la spaventano allo stesso tempo. Poi terminano sollevandola dalla sua sedia e portandola sullo scenario, dove la ragazza si ubriaca col ritmo dei tamburi e i canti sempre più forti, mentre il pubblico, ipnotizzato e confuso, non sa bene se quello fa parte dello spettacolo o no.
Improvvisamente la bionda, impazzita si strappa il vestito e coperta solo con l'intimo, ridotto al minimo e provocante, comincia a ballare. I suoi movimenti diventano sempre più frenetici e lascivi, gli uomini la sollevano e lei passa da un abbraccio all'altro finoa che in mezzo a un crescendo di musica, esce dalla trance, lancia un grido di perturbazione e raccoglie in fretta la sua roba. Ancora seminuda fugge dallo scenario e attraversa il salone per uscire da una porta posteriore.
A questo punto, gli spettatori hanno la conferma che la ragazza bionda – in realtà la ballerina nordamericana Skippy, del New jersey – non è una cliente del cabaret, ma fa parte della coreografia della produzione di Rodney e sorpresi per la propria ingenuità, dapprima ridono discretamente per poi prorompere in un applauso frenetico.
Il cabaret aveva nel suo cast un elenco di ballerine del calibro di Sonia Calero
e un'altra che si faceva chiamare Cara Melo (cara mella n.d.t.) che la critica definiva come la danza fatta donna e che impersona come poche – si dice anche – lo spirito del sans Soucì. In lei sono posti gli occhi dei produttori di Broadway.
El Chori non ebbe fortuna nel Sans Soucì e di questo non ebe colpa la gestione del luogo. Il famoso percussionista si presentava in cabaret di quart'ordine della playa di Marianao, nella Quinta Avenida, di fronte al Coney Island, quando lo contrattarono perché attuasse al Sans Soucì assieme a Miguelito Valdés. Il narratore Leonardo Padura racconta che oltre a un compenso rispettabile, il centro notturno garantiva all'artista i vestiti adeguati, una camera all'hotel Plaza e un'auto con autista. Però quell'incantesimo durò poco. Chori non era membro dell'Associazione dei Musicisti e questo gli vietava di lavorare in locali di quella categoria. Se non avesse obbedito gli avrebbero applicato la Legge del Bastone. Ovvero lo avrebbero bastonato alla fine degli spettacoli. Così Chori tornò alla Playa, alla sua vecchia esistenza tranquilla di rum economico e serate di musica senza pensieri.
Sans Soucì sembrava non risparmiare risorse nell'impegno di superare il Tropicana e il cabaret Montmartre del Vedado. Solo che, come affermò il maestro Portillo de la Luz nella citata intervista, “quando Sans Soucì cominciò a decollare alla grande, il prestigio del Tropicana era già consolidato”.
Oltre a Edith Piaf, nella stagione 1957-1958, sono passati per il suo palco Denis Darcel, Ilona Massey e Cab calloway, Dorothy Dandridge, Joanne Gilbert e Tony Martin, far le altre figure del mondo dello spettacolo nordamericano e europeo. Per la stagione seguente la gerenza del cabaret pensava di contrattare Marlene Dietrich, Liberace e Susan Hayward come animatori delle serate.
Inoltre il cabaret offrì a Rocky Marciano, campione mondiale dei pesi massimi che si era ritirato imbattuto, 350.000 dollari se accettava incontrare, in quella installazione, il Niño Valdés, suo antico sfidante cubano. Marciano però non accettò la proposta. Il fatto poteva dar piede a una cronaca saporita. Successe che durante un allenamento, il Niño, con intenzione o senza, dette un cazzotto al campione del mondo che lo mise al tappeto. Inutile dire che terminò li la carriera del cubano come sparring partner del campione, però si convertì nel suo sfidante. Marciano non accettò mai l'incontro.
L'ultima notte.
L'anno 1957 fu buono per Santo Trafficante. Il 12 marzo chiese il permesso di residenza permanente a Cuba al fine di sorvegliare da vicino i suoi interessi all'Avana. A questo punto,oltre a Sans Soucì, controllava un'agenzia di contrattazione di artisti e, si dava per certo, sarebbe giunto a essere proprietario o avere la maggioranza nell'hotel Deauville, un edificio di 140 camere sito all'angolo di Galiano e Malecón ed era completamente sua la concessione del gioco in questa installazione. Controllava anche l'hotel Comodoro, col suo casinò e aveva una partecipazione nel gioco al Tropicana. I suoi interssi si estendevano anche – si dice – al casinò dell'hotel Capri.
Frank ragano, che fu avvocato di Trafficante durante il soggiorno del gangster a Cuba, e anche dopo, in un libro che scrisse e pubblicò dopo la morte del suo capo e nel quale rivelò non pochi dei suoi peggiori delitti, che una sera Trafficante lo fece passare attraverso uno dei servizi sanitari per uomini del Sans Soucì a una stanza che rimaneva chiusa a chiave. La parete di fondo era piena di cassette di sicurezza. In queste cassette, spiegò Trafficante, al suo avvocato, alcuni cubani ricchi tenevano la cocaina per proprio uso.
Giunse così il 31 dicembre del 1958. L'ultimo giorno di quell'anno non sembrava diverso agli altri, nonostante l'Esercito Rebelde tendese un cerchio elastico attorno alle città di Santiago de Cuba, e Santa Clara stesse per cadere in mano alla guerriglia, mentre la dittatura di Batista affogava l'Avana in un mare di sangue. Quella sera era di scena al Sans Soucì il quartetto D'Aida e si presentava Sapore e souvenir di Haiti, produzione del coreografo Victor Álvarez, con Martha Jean-Claude, Miriam Barrera, Nancy Álvarez e i ballerini Ana Gloria e Ferrán.
Lo spettacolo si era già concluso quando Meyer lansky giunse al locale. Aveva saputo all'hotel Plaza della fuga di Batista e allo stesso modo che aveva fatto in altri casinò, raccomandò a Trafficante di raccogliere tutti i soldi e chiudere il locale. Trafficante prese i soldi, ma ritardò nella chiusura del locale. Nel giro di poche ore il casinò del Sans Soucì, invaso dal popolo venne distrutto. La moltitudine distrusse anche il cabaret? Vecchi lavoratori del settore raccontarono a questo scriba che all'alba del 1° gennaio, gruppi agitati vollero penetrare nel Tropicana e che i lavoratori del posto lo impedirono, cosa che non successe al Sans Soucì che rimase completamente distrutto, pertanto non solo il casinò, ma anche il cabaret chiuse le sue porte da allora. Senza dubbio, la stampa includeva gli annunci degli spettacoli che si tenevano li anche nei due mesi iniziali del 1959. “Tangolandia” in gennaio, con Rolando Laserie, Nancy, Álvarez e Ana Gloria, e “Sabor” in febbraio anche questo con Nancy Álvarez. Si presentarono questi spettacoli o si trattava di annunci pagati in precedenza e che in realtà non si tennero? Altro punto oscuro di questo famoso centro notturno avanero.
(Nota del Traduttore: immagino che se il locale venne distrutto, non si poterono tenere gli spettacoli, ma io non c'ero...)
domenica 18 agosto 2013
sabato 17 agosto 2013
La mia vita con Umberto Veronesi, di Sultana Razon
E' uscita la autobiografia, annunciata (in famiglia) da anni, di mia cugina Sultana (Susy) Razon, dove racconta la sua vita con riferimento alla deportazione nel campo di concentramento di Bergen-Belsen, di cui porta ancora il numero tatuato sull'avambraccio, (alla faccia dei negazionisti) i suoi studi da pediatra e il suo lungo matrimonio con il professor Umberto Veronesi che come tutte le storie, è iniziata con un grande amore che è comunque rimasto e poi è proseguita con i suoi alti e bassi, costellata però da due brillanti carriere e sei stupendi figli partoriti, tutti, pur avendo un rene solo.
L'onore e il piacere di avere un grande collaboratore: Ciro Bianchi Ross
Comincia da oggi l'amichevole collaborazione con il Maestro Ciro Bianchi che mi ha inviato, con il permesso di pubblicazione, la storia del cabaret Sans Soucì dell'Avana. Il testo è in lingua spagnola e sotto c'è la traduzione in italiano. Oggi pubblico la prima parte uscita su Juventud Rebelde di domenica scorsa. La seconda parte uscirà domani e dopo la pubblicazione sul giornale sarà riprodotta anche qua. Grazie mille, "Don" Ciro.
Historia perdida del Sans Souci (I)
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
10 de Agosto del 2013 18:49:36 CDT
La historia del cabaré Sans Souci parece haber sido tirada por el
agujero de la memoria. Mientras que investigadores y periodistas,
animados a veces por la propia administración de ese centro nocturno,
se afanan por reconstruir el decursar de Tropicana y discuten hasta el
cansancio el porqué del nombre de la afamada casa de fiestas y cuándo
y dónde se compuso la canción que sirve allí de opening a sus
espectáculos, se va perdiendo la historia de otros cabarés. Sans Souci
no es el único caso.
Por su ambiente exclusivo y su refinada elegancia, Sans Souci llegó a
ser tan famoso como Tropicana. César Portillo de la Luz, el célebre
compositor de Tú, mi delirio y Contigo en la distancia, que trabajó
como músico en el bar de ese establecimiento, dijo a este escribidor
que mientras Tropicana era preferido por extranjeros que visitaban la
Isla, Sans Souci era más de los cubanos. Connotadas figuras
internacionales se hicieron aplaudir en su pista como estrellas de
producciones fastuosas en las que coristas norteamericanas se
convertían en un atractivo añadido. Durante un tiempo, Roderico Neyra,
aquel mulato deformado por la lepra, de baja estatura y sonrisa pícara
que hizo famoso el seudónimo de Rodney, se encargó de sus
coreografías, marcando con estas una forma de hacer y concebir el
espectáculo. Cuando en marzo de 1952 Rodney pasó a Tropicana, ocuparía
su lugar un artista de la talla de Alberto Alonso.
El cabaré habanero tomó su nombre del palacio que Federico II, el
Grande, se hizo construir en Postdam a partir de 1745. Rivalizaba con
el palacio de Versalles de la monarquía francesa, aunque era bastante
más pequeño. Ese edificio fue para el rey de Prusia un lugar de
descanso más que un centro de poder. De ahí su nombre, Sans Souci, que
puede traducirse como «sin preocupaciones». La misma idea animó a los
fundadores del Sans Souci habanero. Querían que la visita de su
clientela transcurriera libre de inquietudes y desvelos en aquella
villa de estilo español situada en la carretera de Arroyo Arenas y que
ofrecía sus espectáculos bajo las estrellas.
El centro nocturno habanero abrió sus puertas tras el fin de la I
Guerra Mundial y el gallego Arsenio Mariño, avecindado en La Habana
desde 1914, fue uno de sus propietarios originales. Allí conoció a la
que sería su esposa, una bailarina alemana que, con el nombre de Las
hermanas Farry, haría con el tiempo pareja con su melliza. De esa
unión nació la excelente actriz, cantante y bailarina cubana Yolanda
Farr, que así lo contó en sus memorias. Se supone que Mariño vendió su
parte a comienzos de los años 30 y se fue a Sudamérica de gira con las
Farry.
Explota el escándalo.
Desconoce el cronista quién o quiénes quedaron como dueños del
establecimiento a la salida de Mariño. Sabe que con el tiempo Sans
Souci pasó a manos de Sammy Mannarino, un gángster de Pittsburg que lo
regenteó en sociedad con su hermano Kelly y hampones de Chicago y
Detroit. Y es con ellos precisamente que se relaciona uno de los
escándalos más sonados del devenir de los juegos de azar en La Habana.
Mannarino y sus socios vendieron a Muscles Martin el derecho a
explotar en su establecimiento el llamado razzle-dazzle, término
comodín que encubría varios juegos de dados y, en especial, una
variante llamada cubolo; un robo a mano armada, pues desplumaba sin
remedio a los incautos —los llamados «primos»— que impelidos por guías
y señuelos —las llamadas «palas»— se sentaban a la mesa con el
convencimiento de que no perderían siempre que no pararan de doblar su
apuesta. El razzle-dazzle, en sus variantes, reportaba a Martin entre
diez mil y treinta mil dólares por noche, de los que entregaba la
mitad a la casa.
Dan C. Smith, abogado norteamericano domiciliado en Los Ángeles, vio,
desde una mesa preferencial, el espectáculo desenfrenado y salvaje que
esa noche ofrecía Sans Souci, y pasó al casino de juego, donde gente
que parecía conocedora le sugirió que jugara al cubolo. Era un juego
incomprensible para él, pero Smith aceptó. Continuó jugando el abogado
y cuando decidió parar había perdido 4 200 dólares de los de entonces.
Cubrió su deuda con un cheque, pero lo embargaba la sensación de haber
sido estafado. Supo que el cubolo no era legal en Cuba y cayó en
cuenta del papel que tenían las «palas» en juegos como ese, azuzando a
apostar al «primo». En cuanto pudo se comunicó con su banco y le pidió
que no hiciese efectivo el documento.
Cuando Norman Rothman, gerente entonces del casino de Sans Souci y
conocido operador de salas de fiesta en Miami Beach —casado con la
explosiva vedette cubana Olga Chaviano— se percató de que Smith no
pagaría la deuda, ordenó a una agencia de California que le reclamase
el dinero. Se mantuvo Smith en sus trece y la agencia contratada para
hacerle pagar lo llevó entonces a juicio. Error. Smith se desempeñaba
como asesor económico del senador Richard M. Nixon, futuro
vicepresidente y, más tarde presidente de Estados Unidos. Suplicó
Smith ayuda a Nixon y el parlamentario pidió al Departamento de Estado
que investigara si era cierto o no si a su consejero lo habían
engañado en un juego de azar fraudulento. El Departamento de Estado se
comunicó con su Embajada en La Habana y se inició una investigación de
las denuncias de Smith y de otros turistas que ponían de relieve que
estafas e ilegalidades abundaban en el mundo del juego. Una campaña
publicitaria, impulsada por Smith, sacaba a flote casos de numerosos
turistas estadounidenses estafados en casinos de la capital de la
Isla.
Aquella propaganda en contra puso al dictador Fulgencio Batista entre
la espada y la pared. Si la cosa seguía como iba, el Gobierno se vería
obligado a poner coto al juego y cerrar los casinos, aunque también
podía suceder que los jugadores, desconfiados, probaran suerte en
Bahamas, México, Puerto Rico, República Dominicana o Haití, que
pugnaban por entrar en el negocio floreciente del juego en el Caribe
de la posguerra.
La cuestión era esta: o Cuba garantizaba un juego «limpio» en los
casinos o la industria del juego desaparecería de la Isla. Batista no
podía recurrir a su propio aparato para buscar remedio al asunto, pues
el gubernamental Instituto Nacional de Turismo estaba penetrado hasta
la médula por dueños y operadores de las casas de juego. El dictador,
sin embargo, tenía un as escondido en la manga. Era Meyer Lansky, el
financiero de la mafia. Llamado por Batista, Lansky regresó a La
Habana a mediados de 1952, y aceptó el puesto de «consejero» para la
reforma del juego que el mandatario cubano le ofrecía, como paso
inicial del saqueo en gran escala que él y Lucky Luciano planearon
para Cuba.
Tendría, eso sí, que hilar fino. El razzle-dazzle, extendido ya a
Tropicana, Jockey Club, Gran Casino Nacional y otros centros
nocturnos, producía mucho dinero, y privar de ese beneficio a los que
los patrocinaban generaría de seguro una respuesta violenta. Lansky no
quiso quedar como el propiciador de esa violencia. De ahí que se
limitara a atizar el fuego sin meter por ello las manos en la candela.
Se empeñó en demostrar que un casino bien llevado era un casino
rentable y que un establecimiento de ese tipo no tenía necesidad de
recurrir a la trampa para conseguir ventaja. Le entró al asunto
lentamente y con manos de seda. Se convirtió en dueño mayoritario del
Montmartre, el importante cabaret-casino del Vedado. Quería aleccionar
a los que explotaban negocios turbios: el casino más eficaz sería el
que funcionara de la forma más limpia y justa. Por otra parte, su mano
pareció estar detrás del artículo aparecido en una publicación de
EE.UU. con el título de Primos en el paraíso; de cómo los
estadounidenses pierden la camisa en los tugurios de juego en el
Caribe. Ese material ponía en evidencia al casino del cabaré Sans
Souci y agregaba que hampones norteamericanos desplazados figuraban
como socios o concesionarios en cuatro de los cinco casinos de La
Habana, mientras que el Montmartre aparecía citado como el único de
esos establecimientos que no permitía el razzle-dazzle.
Con casco y bayoneta calada.
Dos días después de publicado el artículo, Batista hacía público que
había ordenado al Servicio de Inteligencia Militar (SIM) que detuviera
a 13 de los más connotados jugadores profesionales de razzle-dazzle
empleados de Sans Souci y Tropicana. Decía el New York Times:
«Soldados cubanos con casco y bayoneta calada entraron en los tugurios
de juego y ordenaron poner fin a las partidas de razzle-dazzle. Fusil
en mano vigilaron las entradas de los casinos para impedir que
volvieran las partidas». Al día siguiente salían deportados los 13
jugadores detenidos. Fue una jugada maestra. Meyer Lansky había dado a
sus congéneres su propia versión del razzle-dazzle.
Se imponía un cambio de imagen en Sans Souci. En octubre de 1953,
Santo Trafficante, el zar de Tampa, compró su parte en el club
nocturno a Sammy y Kelly Mannarino. Algunos investigadores son de la
opinión de que ese importante negocio se llevó a cabo por mediación de
Lansky, y quizá del mismo Batista, como parte de una operación de
limpieza.
Lansky y Trafficante no se llevaban bien. El bolitero de Tampa tildaba
siempre de «asqueroso cabrón» al judío neoyorquino del Lower East
Side. Era un rencor—se dice— que venía de atrás. Nacía de la
suposición de que Lansky había usurpado los planes que su padre
trazara pacientemente durante años. El viejo Trafficante, siciliano de
nacimiento, había creado en Cuba un dominio que pensó legar a su hijo.
Para muchos, los Trafficante, padre e hijo, eran los jefes mafiosos de
La Habana. Pero llegó Meyer Lansky y tiró los dados de otra manera.
Entonces gente como Indalecio Pertierra y Paco Prío, que hasta ahí
respondieron a los Trafficante, cambiaron de bando. Trafficante hijo
hablaba el español con soltura y conocía bien la cultura cubana.
Aunque estaba casado en EE.UU., tenía una amante habanera, Rita, ex
bailarina y veinte años más joven, con la que vivía en uno de los
pisos altos del edificio marcado con el número 20 de la calle 12, en
el Vedado. Afirma un historiador norteamericano que Santo Trafficante
podía no tener a Batista en el bolsillo, como lo tenía Lansky, pero
era, después de este, el hombre más poderoso de la mafia en La Habana.
Rediseño y restauración.
Trafficante se rodeó de nuevos colaboradores al asumir el control de
Sans Souci, aunque permitió que Norman Rothman, apodado Roughneck
—algo así como «Matón»—, prosiguiera como director de juegos y gerente
del casino. Su hijo Cappy, fruto de un matrimonio anterior a su
relación con Olga Chaviano, colaboraba en el negocio. De un maletín
esposado a una de sus muñecas, sacaba dinero de La Habana con destino
a EE.UU. Con el tiempo, Cappy sería un destacado especialista en
infertilidad y el creador, en California, del primer banco de
espermatozoides que existió en el mundo.
Lefty Clark, reconocida figura del juego en la Florida, asumió la
administración de Sans Souci, y con esta las tareas de rediseño y
restauración del centro nocturno, en las que se invirtió un millón de
dólares. Pero eso lo veremos el próximo domingo.
(Continuará)
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Ciro Bianchi Ross
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Storia perduta del Sans Soucì
La storia del cabaret sans Soucì pare essere stata gettata nei meandri della memoria. Mentre investigatori e giornalisti animati, a volte, per la propria amministrazione di questo centro notturno, si affannano a ricostruire il decorrere del Tropicana e discutono fino lalo sfinimento il perché del nome della famosa casa delle feste e quando e dove si è composta la canzone che serve di apertura ai suoi spettacoli, si va perdendo la storia di altri cabaret. IL Sans Soucì non è l'unico caso.
Per il suo ambiente esclusivo e la sua eleganza raffinata, il Sans Soucì arrivò ad essere tanto famoso come il Tropicana. Il celebre compositore César Portillo de la Luz, autore di “Tú, mi delirio” e “Contigo en la distancia”, che lavorò come musicista nel bar del centro notturno, disse a questo scrittore che mentre il Tropicana era preferito dagli stranieri che visitavano l'Isola, il Sans Soucì era più per i cubani. Notissime figure internazionali si fecero applaudire nel suo scenario come stelle di produzioni fastose in cui le ballerine nordamericane si trasformavano in valore aggiunto. Per un periodo, Roderico Neyra, quel mulatto deformato dalla lebbra, di bassa statura e dal sorriso furbesco che rese famoso lo pseudonimo di Rodney, si incaricò delle sue coreografie, segnando con esse un modo di fare e concepire lo spettacolo. Quando, nel marzo 1952, Rodney passò al Tropicana, il suo posto venne occupato da un artista della grandezza di Alberto Alonso.
Il cabaret avanero prese nome dal palazzo che Federico II, il Grande, si fece costruire a Postdam a partire dal 1745. Rivaleggiava col palazzo di Versalles della monarchia francese, nonostante fosse molto più piccolo. Questo edificio fu, per il re di Prussia, un luogo di riposo più che un centro di potere. Da li il suo nome, Sans Soucì che si può tradurre in “senza preoccupazioni”. La stessa idea animò i fondatori del Sans Soucì avanero. Volevano che le visite dei loro clienti trascorressero libere da pensieri e inquietudini in quella villa di stile spagnolo sita nella strada di Arroyo Arenas e che offriva i suoi spettacoli sotto le stelle.
Il centro notturno avanero aprì le porte dopo la fine della prima Guerra Mondiale e lo spagnolo Arsenio Mariño, domiciliato all'Avana dal 1914, fu uno dei suoi proprietari all'origine. Li conobbe quella che sarebbe stata sua moglie, una ballerina tedesca che col nome di sorelle Farry, avrebbe formato nel tempo una coppia con la sua gemella. Da questa unione nacque la eccellente attrice, cantante e ballerina cubana Yolanda Farr, che lo raccontò nelle sue memorie. Si presume che Mariño vendette la sua parte all'inizio degli anni '30 e andò in Sudamerica in tourneé con le Farry.
Scoppia lo scandalo.
Ignora il cronista chi o coloro che rimasero padroni del locale all'uscita di scena di Mariño. Sa che col tempo, sans Soucì passò nelle mani di Sammy Mannarino, un gangster di Pittsburg che lo rilevò in società con suo fratello Kelly e malavitosi di Chicago e Detroit. Ed è precisamente con loro che si forma uno degli scandali più roboanti del futuro dei giochi d'azzardo all'Avana. Mannarino e i suoi soci vendettero a Muscles Martin il diritto a usare nel locale il cosiddetto “razzle-dazzle” (gioco con 8 dadi. n.d.t.) e finì che questo servì da base per vari giochi con i dadi, specialmente una variante chiamata “cubolo”: un furto a mano armata che spennava senza scampo gli incauti – i soprannominati “cugini” - che forniti di segnali e riconoscimenti – chiamati “palas” - si sedavno ai tavoli con la convinzione che non avrebbero perso sempre che raddoppiassero la loro posta. Il “razzle-dazzle”, nelle sue varianti, apportava a martin tra dieci e trenta mila dollari per sera, dei quali consegnava la metà alla casa.
Dan C. Smith, avvocato nordamericano domiciliato a Los Angeles, vide da un tavolo privilegiato lo spettacolo sfrenato e selvaggio che quella sera offriva il Sans Soucì, e passò alla sala da gioco dove persone che sembravano conoscitrici gli suggerirono che giocasse al “cubolo”. Era un gioco per lui incomprensibile, però Smith accettò. L'avvocato proseguì giocando e quando decise di fermarsi aveva perso 4.200 dollari, di quelli di allora. Coprì il suo debito con un assegno, però aveva la sensazione di essere stato truffato. Seppe che il “cubolo” non era legale a Cuba e si rese conto del ruolo che avevano le “palas” in giochi come questo, incitando il “cugino” a scommettere. Appena poté si mise in contatto con la sua banca per bloccare il documento.
Quando Norman Rothman gestore allora del casinò del Sans Soucì e noto operatore di sale di feste a Miami Beach – spostao con l'esplosiva vedette cubana Olga Chaviano – si rese conto che Smith non avrebbe pagato il debito, ordinò a un'agenzia della California che gli riscuotesse i soldi. Smith si mantenne nella sua posizione e l'agenzia contrattata per riscuotere lo portò a giudizio. Errore. Smith lavorava come consulente economico del senatore Richard M. Nixon, futuro vicepresidente e, più tardi presidente degli Styati Uniti. Smith chiese aiuto a Nixon e il parlamentare chiese al Dipartimento di Stato di investigare se avessero, o no, ingannato il suo consigliere con un gioco d'azzardo illegale fraudolento.
Il Dipartimento di Stato si mise in contatto con l'Ambasciata all'Avana e si cominciò un'indagine in base alla denuncia di Smith e di altri turisti che facevano notare che truffe e illegalità abbondavano nel mondo del gioco d'azzardo. In una campagna pubblicitaria, promossa da Smith, emergevano casi di numerosi statunitensi truffati nei casinò dell'Isola.
Quella pubblicità negativa mise il dittatore Fulgencio Batista tra la spada e la parete. Se la cosa proseguiva allo stesso modo, il Governo si sarebbe visto obbligato a mettere un freno al gioco e chiudere i casinò, inoltre poteva succedere che i giocatori, diffidenti, provassero la fortuna alle Bahamas, Messico, Porto Rico, Repubblica Dominicana o Haiti, che lottavano per entrare nel fiorente affare del gioco nei Caraibi del dopoguerra.
La questione era: o Cuba garantiva un gioco “pulito” nei casinò o l'industria del gioco sarebbe scomparsa dall'isola. Batista non poteva ricorrere al suo apparato per cercare rimedio all'affare, il governativo Istituto Nazionale del Turismo era infiltrato fino al midollo dei proprietari e gestori di case da gioco. Senza dubbio, il dittatore, aveva un asso nella manica. Era Meyer Lansky, il finanziere della mafia. Chiamato da batista, Lansky tornò all'Avana a metà del 1952, e accettò il posto di “consigliere” per la riforma del gioco che il presidente cubano gli offriva come primo passo verso il saccheggio in grande scala che lui e Lucky Luciano avevano pianificato su Cuba.
Questo doveva filare liscio. Il “razzle-dazzle” già esteso al Tropicana, Jockey Club, Gran Casinò Nacional e altri centri notturni, produceva molto denaro e privare di questo beneficio coloro che lo patrocinavano avrebbe generato di certo una risposta violenta. Lansky non volle apparire come propiziatore di quella violenza, perciò si limitò ad attizzare il fuoco senza mettersi tra le fiamme. Si impegnò a dimostrare che un casinò ben condotto era una casinò redditizio e che un locale di questo tipo non aveva necessità di fare imbrogli per conseguirne vantaggi. Entrò nella faccenda col guanto di velluto. Si convertì nel socio di maggioranza del Montmartre, l'importante cabaret-casinò del Vedado. Voleva isolare coloro che sfruttavano affari torbidi: il casinò più efficace sarebbe stato quello che funzionasse nel modo più pulito e corretto. D'altra parte, la sua mano sembrava essere dietro all'articolo apparso in una pubblicazione apparsa negli stati Uniti con il titolo. “Cugini in paradiso”; su come gli statunitensi perdevano la camicia nei tuguri del gioco nei Caraibi. Questo materiale metteva in evidenza il cabaret Sans Soucì e aggiungeva che malavitosi nordamericani trasferiti figuravano come soci o concessionari in quattro o cinque casinò dell'Avana, mentre il Montmartre era citato come l'unico di quei locali che non permetteva il “razzle-dazzle”.
Con elmo e baionetta inastata.
Due giorni dopo della pubblicazione dell'articolo, Batista rendeva pubblico che aveva ordinato al servizio di Intelligenza Militare (SIM) che arrestasse 13 dei più connotati giocatori professionisti di “razzle-dazzle”. Fucile alla mano, vigilarono le entrate dei casinò per impedire che “tornassero alle partite”. Il giorno seguente furono deportati i 13 giocatori arrestati. Fu na colpo da maestro: Meyer Lansky aveva dato ai suoi soci la propria versione del “razzle-dazzle”.
Si imponeva un cambio di immagine del Sans Soucì. Nell'ottobre 1953, Santo trafficante, lo zar di Tampa, comprò la sua quota del club notturno a Sammy e Kelly Mannarino. Alcuni investigatori sono dell'opinione che questo affare importante si portò a termine per mezzo di Lansky e forse, con lo stesso batista, comeparte dell'operazione di pulizia.
Lansky e Trafficante non si amavano. Il giocatore di dadi di Tampa appellava sempre di “caprone schifoso” l'ebreo newyorkino del lower East Side. Era un rancore – si dice – che veniva da lontano. Nasceva dalla supposizione che Lansky aveva usurpato i piani che suo padre aveva tracciato pazientemente per anni. Il vecchio Trafficante, siciliano di nascita, aveva creato a Cuba un regno che pensava lasciare a suo figlio. Per molti, i Trafficante padre e figlio, erano i capi mafiosi dell'Avana. Però arrivò Meyer Lansky e gettò i dadi in un altro modo. Allora, gente come Indalesio Pertierra e Paco Prío, che fino allora rispondevano ai trafficante, cambiarono bandiera. Trafficante figlio parlava lo spagnolo fluentemente e conosceva la cultura cubana. Nonostante fosse spostato negli U.S.A., aveva un'amante avanera: Rita, ex ballerina e più giovane di vent'anni, con la quale viveva in uno dei piani superiori dell'edificio al numero 20 della calle 12, nel Vedado. Uno storico notrdamericano afferma che Santo Trafficante poteva non tenere nel taschino Batista, come lo aveva Lansky, ma era, dopo di lui, l'uomo della mafia più potente dell'Avana.
Ridisegno e restauro.
Trafficante si circondò di nuovi collaboratori nell'assumere il controllo del sans Soucì, anche se permise che Norman Rothman, soprannominato Roughneck – qualcosa come “sicario” - proseguisse come direttore di gioco e gestore del casinò. Suo figlio Cappy, frutto di un matrimonio anteriore alla relazione con Olga Chaviano, collaborava agli affari. Con una valigetta ammanettata al suo polso, portava fuori dall'Avana, con destino U.S.A., i soldi. Col tempo, Cappy diventerà un noto specialista nell'infertilità e creatore della prima banca di sperma al mondo.
Lefty Clarck, conosciuta figura del gioco in Florida. Assunse l'amministrazione del sans Soucì e con questa il compito di ridisegno e restauro del centro notturno, nella quale si investì un milione di dollari. Ma questo lo vedremo nela prossima puntata.
(continua)
.
Historia perdida del Sans Souci (I)
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
10 de Agosto del 2013 18:49:36 CDT
La historia del cabaré Sans Souci parece haber sido tirada por el
agujero de la memoria. Mientras que investigadores y periodistas,
animados a veces por la propia administración de ese centro nocturno,
se afanan por reconstruir el decursar de Tropicana y discuten hasta el
cansancio el porqué del nombre de la afamada casa de fiestas y cuándo
y dónde se compuso la canción que sirve allí de opening a sus
espectáculos, se va perdiendo la historia de otros cabarés. Sans Souci
no es el único caso.
Por su ambiente exclusivo y su refinada elegancia, Sans Souci llegó a
ser tan famoso como Tropicana. César Portillo de la Luz, el célebre
compositor de Tú, mi delirio y Contigo en la distancia, que trabajó
como músico en el bar de ese establecimiento, dijo a este escribidor
que mientras Tropicana era preferido por extranjeros que visitaban la
Isla, Sans Souci era más de los cubanos. Connotadas figuras
internacionales se hicieron aplaudir en su pista como estrellas de
producciones fastuosas en las que coristas norteamericanas se
convertían en un atractivo añadido. Durante un tiempo, Roderico Neyra,
aquel mulato deformado por la lepra, de baja estatura y sonrisa pícara
que hizo famoso el seudónimo de Rodney, se encargó de sus
coreografías, marcando con estas una forma de hacer y concebir el
espectáculo. Cuando en marzo de 1952 Rodney pasó a Tropicana, ocuparía
su lugar un artista de la talla de Alberto Alonso.
El cabaré habanero tomó su nombre del palacio que Federico II, el
Grande, se hizo construir en Postdam a partir de 1745. Rivalizaba con
el palacio de Versalles de la monarquía francesa, aunque era bastante
más pequeño. Ese edificio fue para el rey de Prusia un lugar de
descanso más que un centro de poder. De ahí su nombre, Sans Souci, que
puede traducirse como «sin preocupaciones». La misma idea animó a los
fundadores del Sans Souci habanero. Querían que la visita de su
clientela transcurriera libre de inquietudes y desvelos en aquella
villa de estilo español situada en la carretera de Arroyo Arenas y que
ofrecía sus espectáculos bajo las estrellas.
El centro nocturno habanero abrió sus puertas tras el fin de la I
Guerra Mundial y el gallego Arsenio Mariño, avecindado en La Habana
desde 1914, fue uno de sus propietarios originales. Allí conoció a la
que sería su esposa, una bailarina alemana que, con el nombre de Las
hermanas Farry, haría con el tiempo pareja con su melliza. De esa
unión nació la excelente actriz, cantante y bailarina cubana Yolanda
Farr, que así lo contó en sus memorias. Se supone que Mariño vendió su
parte a comienzos de los años 30 y se fue a Sudamérica de gira con las
Farry.
Explota el escándalo.
Desconoce el cronista quién o quiénes quedaron como dueños del
establecimiento a la salida de Mariño. Sabe que con el tiempo Sans
Souci pasó a manos de Sammy Mannarino, un gángster de Pittsburg que lo
regenteó en sociedad con su hermano Kelly y hampones de Chicago y
Detroit. Y es con ellos precisamente que se relaciona uno de los
escándalos más sonados del devenir de los juegos de azar en La Habana.
Mannarino y sus socios vendieron a Muscles Martin el derecho a
explotar en su establecimiento el llamado razzle-dazzle, término
comodín que encubría varios juegos de dados y, en especial, una
variante llamada cubolo; un robo a mano armada, pues desplumaba sin
remedio a los incautos —los llamados «primos»— que impelidos por guías
y señuelos —las llamadas «palas»— se sentaban a la mesa con el
convencimiento de que no perderían siempre que no pararan de doblar su
apuesta. El razzle-dazzle, en sus variantes, reportaba a Martin entre
diez mil y treinta mil dólares por noche, de los que entregaba la
mitad a la casa.
Dan C. Smith, abogado norteamericano domiciliado en Los Ángeles, vio,
desde una mesa preferencial, el espectáculo desenfrenado y salvaje que
esa noche ofrecía Sans Souci, y pasó al casino de juego, donde gente
que parecía conocedora le sugirió que jugara al cubolo. Era un juego
incomprensible para él, pero Smith aceptó. Continuó jugando el abogado
y cuando decidió parar había perdido 4 200 dólares de los de entonces.
Cubrió su deuda con un cheque, pero lo embargaba la sensación de haber
sido estafado. Supo que el cubolo no era legal en Cuba y cayó en
cuenta del papel que tenían las «palas» en juegos como ese, azuzando a
apostar al «primo». En cuanto pudo se comunicó con su banco y le pidió
que no hiciese efectivo el documento.
Cuando Norman Rothman, gerente entonces del casino de Sans Souci y
conocido operador de salas de fiesta en Miami Beach —casado con la
explosiva vedette cubana Olga Chaviano— se percató de que Smith no
pagaría la deuda, ordenó a una agencia de California que le reclamase
el dinero. Se mantuvo Smith en sus trece y la agencia contratada para
hacerle pagar lo llevó entonces a juicio. Error. Smith se desempeñaba
como asesor económico del senador Richard M. Nixon, futuro
vicepresidente y, más tarde presidente de Estados Unidos. Suplicó
Smith ayuda a Nixon y el parlamentario pidió al Departamento de Estado
que investigara si era cierto o no si a su consejero lo habían
engañado en un juego de azar fraudulento. El Departamento de Estado se
comunicó con su Embajada en La Habana y se inició una investigación de
las denuncias de Smith y de otros turistas que ponían de relieve que
estafas e ilegalidades abundaban en el mundo del juego. Una campaña
publicitaria, impulsada por Smith, sacaba a flote casos de numerosos
turistas estadounidenses estafados en casinos de la capital de la
Isla.
Aquella propaganda en contra puso al dictador Fulgencio Batista entre
la espada y la pared. Si la cosa seguía como iba, el Gobierno se vería
obligado a poner coto al juego y cerrar los casinos, aunque también
podía suceder que los jugadores, desconfiados, probaran suerte en
Bahamas, México, Puerto Rico, República Dominicana o Haití, que
pugnaban por entrar en el negocio floreciente del juego en el Caribe
de la posguerra.
La cuestión era esta: o Cuba garantizaba un juego «limpio» en los
casinos o la industria del juego desaparecería de la Isla. Batista no
podía recurrir a su propio aparato para buscar remedio al asunto, pues
el gubernamental Instituto Nacional de Turismo estaba penetrado hasta
la médula por dueños y operadores de las casas de juego. El dictador,
sin embargo, tenía un as escondido en la manga. Era Meyer Lansky, el
financiero de la mafia. Llamado por Batista, Lansky regresó a La
Habana a mediados de 1952, y aceptó el puesto de «consejero» para la
reforma del juego que el mandatario cubano le ofrecía, como paso
inicial del saqueo en gran escala que él y Lucky Luciano planearon
para Cuba.
Tendría, eso sí, que hilar fino. El razzle-dazzle, extendido ya a
Tropicana, Jockey Club, Gran Casino Nacional y otros centros
nocturnos, producía mucho dinero, y privar de ese beneficio a los que
los patrocinaban generaría de seguro una respuesta violenta. Lansky no
quiso quedar como el propiciador de esa violencia. De ahí que se
limitara a atizar el fuego sin meter por ello las manos en la candela.
Se empeñó en demostrar que un casino bien llevado era un casino
rentable y que un establecimiento de ese tipo no tenía necesidad de
recurrir a la trampa para conseguir ventaja. Le entró al asunto
lentamente y con manos de seda. Se convirtió en dueño mayoritario del
Montmartre, el importante cabaret-casino del Vedado. Quería aleccionar
a los que explotaban negocios turbios: el casino más eficaz sería el
que funcionara de la forma más limpia y justa. Por otra parte, su mano
pareció estar detrás del artículo aparecido en una publicación de
EE.UU. con el título de Primos en el paraíso; de cómo los
estadounidenses pierden la camisa en los tugurios de juego en el
Caribe. Ese material ponía en evidencia al casino del cabaré Sans
Souci y agregaba que hampones norteamericanos desplazados figuraban
como socios o concesionarios en cuatro de los cinco casinos de La
Habana, mientras que el Montmartre aparecía citado como el único de
esos establecimientos que no permitía el razzle-dazzle.
Con casco y bayoneta calada.
Dos días después de publicado el artículo, Batista hacía público que
había ordenado al Servicio de Inteligencia Militar (SIM) que detuviera
a 13 de los más connotados jugadores profesionales de razzle-dazzle
empleados de Sans Souci y Tropicana. Decía el New York Times:
«Soldados cubanos con casco y bayoneta calada entraron en los tugurios
de juego y ordenaron poner fin a las partidas de razzle-dazzle. Fusil
en mano vigilaron las entradas de los casinos para impedir que
volvieran las partidas». Al día siguiente salían deportados los 13
jugadores detenidos. Fue una jugada maestra. Meyer Lansky había dado a
sus congéneres su propia versión del razzle-dazzle.
Se imponía un cambio de imagen en Sans Souci. En octubre de 1953,
Santo Trafficante, el zar de Tampa, compró su parte en el club
nocturno a Sammy y Kelly Mannarino. Algunos investigadores son de la
opinión de que ese importante negocio se llevó a cabo por mediación de
Lansky, y quizá del mismo Batista, como parte de una operación de
limpieza.
Lansky y Trafficante no se llevaban bien. El bolitero de Tampa tildaba
siempre de «asqueroso cabrón» al judío neoyorquino del Lower East
Side. Era un rencor—se dice— que venía de atrás. Nacía de la
suposición de que Lansky había usurpado los planes que su padre
trazara pacientemente durante años. El viejo Trafficante, siciliano de
nacimiento, había creado en Cuba un dominio que pensó legar a su hijo.
Para muchos, los Trafficante, padre e hijo, eran los jefes mafiosos de
La Habana. Pero llegó Meyer Lansky y tiró los dados de otra manera.
Entonces gente como Indalecio Pertierra y Paco Prío, que hasta ahí
respondieron a los Trafficante, cambiaron de bando. Trafficante hijo
hablaba el español con soltura y conocía bien la cultura cubana.
Aunque estaba casado en EE.UU., tenía una amante habanera, Rita, ex
bailarina y veinte años más joven, con la que vivía en uno de los
pisos altos del edificio marcado con el número 20 de la calle 12, en
el Vedado. Afirma un historiador norteamericano que Santo Trafficante
podía no tener a Batista en el bolsillo, como lo tenía Lansky, pero
era, después de este, el hombre más poderoso de la mafia en La Habana.
Rediseño y restauración.
Trafficante se rodeó de nuevos colaboradores al asumir el control de
Sans Souci, aunque permitió que Norman Rothman, apodado Roughneck
—algo así como «Matón»—, prosiguiera como director de juegos y gerente
del casino. Su hijo Cappy, fruto de un matrimonio anterior a su
relación con Olga Chaviano, colaboraba en el negocio. De un maletín
esposado a una de sus muñecas, sacaba dinero de La Habana con destino
a EE.UU. Con el tiempo, Cappy sería un destacado especialista en
infertilidad y el creador, en California, del primer banco de
espermatozoides que existió en el mundo.
Lefty Clark, reconocida figura del juego en la Florida, asumió la
administración de Sans Souci, y con esta las tareas de rediseño y
restauración del centro nocturno, en las que se invirtió un millón de
dólares. Pero eso lo veremos el próximo domingo.
(Continuará)
--
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/
Storia perduta del Sans Soucì
La storia del cabaret sans Soucì pare essere stata gettata nei meandri della memoria. Mentre investigatori e giornalisti animati, a volte, per la propria amministrazione di questo centro notturno, si affannano a ricostruire il decorrere del Tropicana e discutono fino lalo sfinimento il perché del nome della famosa casa delle feste e quando e dove si è composta la canzone che serve di apertura ai suoi spettacoli, si va perdendo la storia di altri cabaret. IL Sans Soucì non è l'unico caso.
Per il suo ambiente esclusivo e la sua eleganza raffinata, il Sans Soucì arrivò ad essere tanto famoso come il Tropicana. Il celebre compositore César Portillo de la Luz, autore di “Tú, mi delirio” e “Contigo en la distancia”, che lavorò come musicista nel bar del centro notturno, disse a questo scrittore che mentre il Tropicana era preferito dagli stranieri che visitavano l'Isola, il Sans Soucì era più per i cubani. Notissime figure internazionali si fecero applaudire nel suo scenario come stelle di produzioni fastose in cui le ballerine nordamericane si trasformavano in valore aggiunto. Per un periodo, Roderico Neyra, quel mulatto deformato dalla lebbra, di bassa statura e dal sorriso furbesco che rese famoso lo pseudonimo di Rodney, si incaricò delle sue coreografie, segnando con esse un modo di fare e concepire lo spettacolo. Quando, nel marzo 1952, Rodney passò al Tropicana, il suo posto venne occupato da un artista della grandezza di Alberto Alonso.
Il cabaret avanero prese nome dal palazzo che Federico II, il Grande, si fece costruire a Postdam a partire dal 1745. Rivaleggiava col palazzo di Versalles della monarchia francese, nonostante fosse molto più piccolo. Questo edificio fu, per il re di Prussia, un luogo di riposo più che un centro di potere. Da li il suo nome, Sans Soucì che si può tradurre in “senza preoccupazioni”. La stessa idea animò i fondatori del Sans Soucì avanero. Volevano che le visite dei loro clienti trascorressero libere da pensieri e inquietudini in quella villa di stile spagnolo sita nella strada di Arroyo Arenas e che offriva i suoi spettacoli sotto le stelle.
Il centro notturno avanero aprì le porte dopo la fine della prima Guerra Mondiale e lo spagnolo Arsenio Mariño, domiciliato all'Avana dal 1914, fu uno dei suoi proprietari all'origine. Li conobbe quella che sarebbe stata sua moglie, una ballerina tedesca che col nome di sorelle Farry, avrebbe formato nel tempo una coppia con la sua gemella. Da questa unione nacque la eccellente attrice, cantante e ballerina cubana Yolanda Farr, che lo raccontò nelle sue memorie. Si presume che Mariño vendette la sua parte all'inizio degli anni '30 e andò in Sudamerica in tourneé con le Farry.
Scoppia lo scandalo.
Ignora il cronista chi o coloro che rimasero padroni del locale all'uscita di scena di Mariño. Sa che col tempo, sans Soucì passò nelle mani di Sammy Mannarino, un gangster di Pittsburg che lo rilevò in società con suo fratello Kelly e malavitosi di Chicago e Detroit. Ed è precisamente con loro che si forma uno degli scandali più roboanti del futuro dei giochi d'azzardo all'Avana. Mannarino e i suoi soci vendettero a Muscles Martin il diritto a usare nel locale il cosiddetto “razzle-dazzle” (gioco con 8 dadi. n.d.t.) e finì che questo servì da base per vari giochi con i dadi, specialmente una variante chiamata “cubolo”: un furto a mano armata che spennava senza scampo gli incauti – i soprannominati “cugini” - che forniti di segnali e riconoscimenti – chiamati “palas” - si sedavno ai tavoli con la convinzione che non avrebbero perso sempre che raddoppiassero la loro posta. Il “razzle-dazzle”, nelle sue varianti, apportava a martin tra dieci e trenta mila dollari per sera, dei quali consegnava la metà alla casa.
Dan C. Smith, avvocato nordamericano domiciliato a Los Angeles, vide da un tavolo privilegiato lo spettacolo sfrenato e selvaggio che quella sera offriva il Sans Soucì, e passò alla sala da gioco dove persone che sembravano conoscitrici gli suggerirono che giocasse al “cubolo”. Era un gioco per lui incomprensibile, però Smith accettò. L'avvocato proseguì giocando e quando decise di fermarsi aveva perso 4.200 dollari, di quelli di allora. Coprì il suo debito con un assegno, però aveva la sensazione di essere stato truffato. Seppe che il “cubolo” non era legale a Cuba e si rese conto del ruolo che avevano le “palas” in giochi come questo, incitando il “cugino” a scommettere. Appena poté si mise in contatto con la sua banca per bloccare il documento.
Quando Norman Rothman gestore allora del casinò del Sans Soucì e noto operatore di sale di feste a Miami Beach – spostao con l'esplosiva vedette cubana Olga Chaviano – si rese conto che Smith non avrebbe pagato il debito, ordinò a un'agenzia della California che gli riscuotesse i soldi. Smith si mantenne nella sua posizione e l'agenzia contrattata per riscuotere lo portò a giudizio. Errore. Smith lavorava come consulente economico del senatore Richard M. Nixon, futuro vicepresidente e, più tardi presidente degli Styati Uniti. Smith chiese aiuto a Nixon e il parlamentare chiese al Dipartimento di Stato di investigare se avessero, o no, ingannato il suo consigliere con un gioco d'azzardo illegale fraudolento.
Il Dipartimento di Stato si mise in contatto con l'Ambasciata all'Avana e si cominciò un'indagine in base alla denuncia di Smith e di altri turisti che facevano notare che truffe e illegalità abbondavano nel mondo del gioco d'azzardo. In una campagna pubblicitaria, promossa da Smith, emergevano casi di numerosi statunitensi truffati nei casinò dell'Isola.
Quella pubblicità negativa mise il dittatore Fulgencio Batista tra la spada e la parete. Se la cosa proseguiva allo stesso modo, il Governo si sarebbe visto obbligato a mettere un freno al gioco e chiudere i casinò, inoltre poteva succedere che i giocatori, diffidenti, provassero la fortuna alle Bahamas, Messico, Porto Rico, Repubblica Dominicana o Haiti, che lottavano per entrare nel fiorente affare del gioco nei Caraibi del dopoguerra.
La questione era: o Cuba garantiva un gioco “pulito” nei casinò o l'industria del gioco sarebbe scomparsa dall'isola. Batista non poteva ricorrere al suo apparato per cercare rimedio all'affare, il governativo Istituto Nazionale del Turismo era infiltrato fino al midollo dei proprietari e gestori di case da gioco. Senza dubbio, il dittatore, aveva un asso nella manica. Era Meyer Lansky, il finanziere della mafia. Chiamato da batista, Lansky tornò all'Avana a metà del 1952, e accettò il posto di “consigliere” per la riforma del gioco che il presidente cubano gli offriva come primo passo verso il saccheggio in grande scala che lui e Lucky Luciano avevano pianificato su Cuba.
Questo doveva filare liscio. Il “razzle-dazzle” già esteso al Tropicana, Jockey Club, Gran Casinò Nacional e altri centri notturni, produceva molto denaro e privare di questo beneficio coloro che lo patrocinavano avrebbe generato di certo una risposta violenta. Lansky non volle apparire come propiziatore di quella violenza, perciò si limitò ad attizzare il fuoco senza mettersi tra le fiamme. Si impegnò a dimostrare che un casinò ben condotto era una casinò redditizio e che un locale di questo tipo non aveva necessità di fare imbrogli per conseguirne vantaggi. Entrò nella faccenda col guanto di velluto. Si convertì nel socio di maggioranza del Montmartre, l'importante cabaret-casinò del Vedado. Voleva isolare coloro che sfruttavano affari torbidi: il casinò più efficace sarebbe stato quello che funzionasse nel modo più pulito e corretto. D'altra parte, la sua mano sembrava essere dietro all'articolo apparso in una pubblicazione apparsa negli stati Uniti con il titolo. “Cugini in paradiso”; su come gli statunitensi perdevano la camicia nei tuguri del gioco nei Caraibi. Questo materiale metteva in evidenza il cabaret Sans Soucì e aggiungeva che malavitosi nordamericani trasferiti figuravano come soci o concessionari in quattro o cinque casinò dell'Avana, mentre il Montmartre era citato come l'unico di quei locali che non permetteva il “razzle-dazzle”.
Con elmo e baionetta inastata.
Due giorni dopo della pubblicazione dell'articolo, Batista rendeva pubblico che aveva ordinato al servizio di Intelligenza Militare (SIM) che arrestasse 13 dei più connotati giocatori professionisti di “razzle-dazzle”. Fucile alla mano, vigilarono le entrate dei casinò per impedire che “tornassero alle partite”. Il giorno seguente furono deportati i 13 giocatori arrestati. Fu na colpo da maestro: Meyer Lansky aveva dato ai suoi soci la propria versione del “razzle-dazzle”.
Si imponeva un cambio di immagine del Sans Soucì. Nell'ottobre 1953, Santo trafficante, lo zar di Tampa, comprò la sua quota del club notturno a Sammy e Kelly Mannarino. Alcuni investigatori sono dell'opinione che questo affare importante si portò a termine per mezzo di Lansky e forse, con lo stesso batista, comeparte dell'operazione di pulizia.
Lansky e Trafficante non si amavano. Il giocatore di dadi di Tampa appellava sempre di “caprone schifoso” l'ebreo newyorkino del lower East Side. Era un rancore – si dice – che veniva da lontano. Nasceva dalla supposizione che Lansky aveva usurpato i piani che suo padre aveva tracciato pazientemente per anni. Il vecchio Trafficante, siciliano di nascita, aveva creato a Cuba un regno che pensava lasciare a suo figlio. Per molti, i Trafficante padre e figlio, erano i capi mafiosi dell'Avana. Però arrivò Meyer Lansky e gettò i dadi in un altro modo. Allora, gente come Indalesio Pertierra e Paco Prío, che fino allora rispondevano ai trafficante, cambiarono bandiera. Trafficante figlio parlava lo spagnolo fluentemente e conosceva la cultura cubana. Nonostante fosse spostato negli U.S.A., aveva un'amante avanera: Rita, ex ballerina e più giovane di vent'anni, con la quale viveva in uno dei piani superiori dell'edificio al numero 20 della calle 12, nel Vedado. Uno storico notrdamericano afferma che Santo Trafficante poteva non tenere nel taschino Batista, come lo aveva Lansky, ma era, dopo di lui, l'uomo della mafia più potente dell'Avana.
Ridisegno e restauro.
Trafficante si circondò di nuovi collaboratori nell'assumere il controllo del sans Soucì, anche se permise che Norman Rothman, soprannominato Roughneck – qualcosa come “sicario” - proseguisse come direttore di gioco e gestore del casinò. Suo figlio Cappy, frutto di un matrimonio anteriore alla relazione con Olga Chaviano, collaborava agli affari. Con una valigetta ammanettata al suo polso, portava fuori dall'Avana, con destino U.S.A., i soldi. Col tempo, Cappy diventerà un noto specialista nell'infertilità e creatore della prima banca di sperma al mondo.
Lefty Clarck, conosciuta figura del gioco in Florida. Assunse l'amministrazione del sans Soucì e con questa il compito di ridisegno e restauro del centro notturno, nella quale si investì un milione di dollari. Ma questo lo vedremo nela prossima puntata.
(continua)
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venerdì 16 agosto 2013
Ciro Bianchi, una memoria storica
Vengo ricevuto da "Don", come lo chiamano qua, Ciro Bianchi: giornalista, saggista, scrittore e uomo di vasta cultura. Autore di diversi libri e con al suo attivo molti riconoscimenti, colonnista di "Juventud Rebelde". Bianchi è conosciuto anche internazionalmente per il programma "Como me lo contaron.." che viene diffuso via satellite da Cubavisión Internacional. Con lui anche la signora Mayra, a sua volta scrittrice e titolare di un blog sulla cucina cubana: e autrice del libro "Las comidas d Lezama Lima", fra gli altri. Ho scoperto anche che Bianchi è cugino di José Antonio Hecheverría, leader del "Directorio Estudiantil.
Pochi sono i nomi più "italiani" di Ciro Bianchi che però è alla quinta generazione di cubani, i suoi antenati arrivarono dall'Italia (Milano, per la precisione) agli inizi del XIX° secolo e si stabilirono nella zona di Santa Clara dove divennero coltivatori di caffè. Il nonno paterno e i suoi tre fratelli si spostarono nella zona di Matanzas e Cárdenas dove però gli affari non andarono per il meglio e il padre si trasferì con la famiglia all'Avana.
Bianchi ha coltivato da sempre la passione per il giornalismo che cominciò a praticare all'età di 17 anni per il quotidiano "El Mundo" che smise le pubblicazioni nel 1969. Collaborò anche alla rivista "Cuba" dal 1964 al 2003 anno in cui anche questa pubblicazione cessò di esistere. Si occupava di giornalismo prevalentemente culturale, seppure anche di temi a carattere generale. dal 2001 cominciò a collaborare con "Juventud Rebelde" che gli permise di pubblicare la sua passione non segreta, ma non ancora espressa nella pienezza: la storia e gli episodi di costume. Nemmeno a dirlo, la sua pagina domenicale è probabilmente la più seguita e apprezzata dai lettori.
Durante l'incontro, informale, si è spaziato su tanti argomenti che alcune cose sono anche rimaste in sospeso, viste le divagazioni...ma si è, credo, aperta una buona conoscenza. Grazie "Don" Ciro Bianchi.
Pochi sono i nomi più "italiani" di Ciro Bianchi che però è alla quinta generazione di cubani, i suoi antenati arrivarono dall'Italia (Milano, per la precisione) agli inizi del XIX° secolo e si stabilirono nella zona di Santa Clara dove divennero coltivatori di caffè. Il nonno paterno e i suoi tre fratelli si spostarono nella zona di Matanzas e Cárdenas dove però gli affari non andarono per il meglio e il padre si trasferì con la famiglia all'Avana.
Bianchi ha coltivato da sempre la passione per il giornalismo che cominciò a praticare all'età di 17 anni per il quotidiano "El Mundo" che smise le pubblicazioni nel 1969. Collaborò anche alla rivista "Cuba" dal 1964 al 2003 anno in cui anche questa pubblicazione cessò di esistere. Si occupava di giornalismo prevalentemente culturale, seppure anche di temi a carattere generale. dal 2001 cominciò a collaborare con "Juventud Rebelde" che gli permise di pubblicare la sua passione non segreta, ma non ancora espressa nella pienezza: la storia e gli episodi di costume. Nemmeno a dirlo, la sua pagina domenicale è probabilmente la più seguita e apprezzata dai lettori.
Durante l'incontro, informale, si è spaziato su tanti argomenti che alcune cose sono anche rimaste in sospeso, viste le divagazioni...ma si è, credo, aperta una buona conoscenza. Grazie "Don" Ciro Bianchi.
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