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sabato 17 agosto 2013

L'onore e il piacere di avere un grande collaboratore: Ciro Bianchi Ross

Comincia da oggi l'amichevole collaborazione con il Maestro Ciro Bianchi che mi ha inviato, con il permesso di pubblicazione, la storia del cabaret Sans Soucì dell'Avana. Il testo è in lingua spagnola e sotto c'è la traduzione in italiano. Oggi pubblico la prima parte uscita su Juventud Rebelde di domenica scorsa. La seconda parte uscirà domani e dopo la pubblicazione sul giornale sarà riprodotta anche qua. Grazie mille, "Don" Ciro.


Historia perdida del Sans Souci (I)

Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
10 de Agosto del 2013 18:49:36 CDT

La historia del cabaré Sans Souci parece haber sido tirada por el
agujero de la memoria. Mientras que investigadores y periodistas,
animados a veces por la propia administración de ese centro nocturno,
se afanan por reconstruir el decursar de Tropicana y discuten hasta el
cansancio el porqué del nombre de la afamada casa de fiestas y cuándo
y dónde se compuso la canción que sirve allí de opening a sus
espectáculos, se va perdiendo la historia de otros cabarés. Sans Souci
no es el único caso.
Por su ambiente exclusivo y su refinada elegancia, Sans Souci llegó a
ser tan famoso como Tropicana. César Portillo de la Luz, el célebre
compositor de Tú, mi delirio y Contigo en la distancia, que trabajó
como músico en el bar de ese establecimiento, dijo a este escribidor
que mientras Tropicana era preferido por extranjeros que visitaban la
Isla, Sans Souci era más de los cubanos. Connotadas figuras
internacionales se hicieron aplaudir en su pista como estrellas de
producciones fastuosas en las que coristas norteamericanas se
convertían en un atractivo añadido. Durante un tiempo, Roderico Neyra,
aquel mulato deformado por la lepra, de baja estatura y sonrisa pícara
que hizo famoso el seudónimo de Rodney, se encargó de sus
coreografías, marcando con estas una forma de hacer y concebir el
espectáculo. Cuando en marzo de 1952 Rodney pasó a Tropicana, ocuparía
su lugar un artista de la talla de Alberto Alonso.
El cabaré habanero tomó su nombre del palacio que Federico II, el
Grande, se hizo construir en Postdam a partir de 1745. Rivalizaba con
el palacio de Versalles de la monarquía francesa, aunque era bastante
más pequeño. Ese edificio fue para el rey de Prusia un lugar de
descanso más que un centro de poder. De ahí su nombre, Sans Souci, que
puede traducirse como «sin preocupaciones». La misma idea animó a los
fundadores del Sans Souci habanero. Querían que la visita de su
clientela transcurriera libre de inquietudes y desvelos en aquella
villa de estilo español situada en la carretera de Arroyo Arenas y que
ofrecía sus espectáculos bajo las estrellas.
El centro nocturno habanero abrió sus puertas tras el fin de la I
Guerra Mundial y el gallego Arsenio Mariño, avecindado en La Habana
desde 1914, fue uno de sus propietarios originales. Allí conoció a la
que sería su esposa, una bailarina alemana que, con el nombre de Las
hermanas Farry, haría con el tiempo pareja con su melliza. De esa
unión nació la excelente actriz, cantante y bailarina cubana Yolanda
Farr, que así lo contó en sus memorias. Se supone que Mariño vendió su
parte a comienzos de los años 30 y se fue a Sudamérica de gira con las
Farry.

Explota el escándalo.

Desconoce el cronista quién o quiénes quedaron como dueños del
establecimiento a la salida de Mariño. Sabe que con el tiempo Sans
Souci pasó a manos de Sammy Mannarino, un gángster de Pittsburg que lo
regenteó en sociedad con su hermano Kelly y hampones de Chicago y
Detroit. Y es con ellos precisamente que se relaciona uno de los
escándalos más sonados del devenir de los juegos de azar en La Habana.
Mannarino y sus socios vendieron a Muscles Martin el derecho a
explotar en su establecimiento el llamado razzle-dazzle, término
comodín que encubría varios juegos de dados y, en especial, una
variante llamada cubolo; un robo a mano armada, pues desplumaba sin
remedio a los incautos —los llamados «primos»— que impelidos por guías
y señuelos —las llamadas «palas»— se sentaban a la mesa con el
convencimiento de que no perderían siempre que no pararan de doblar su
apuesta. El razzle-dazzle, en sus variantes, reportaba a Martin entre
diez mil y treinta mil dólares por noche, de los que entregaba la
mitad a la casa.
Dan C. Smith, abogado norteamericano domiciliado en Los Ángeles, vio,
desde una mesa preferencial, el espectáculo desenfrenado y salvaje que
esa noche ofrecía Sans Souci, y pasó al casino de juego, donde gente
que parecía conocedora le sugirió que jugara al cubolo. Era un juego
incomprensible para él, pero Smith aceptó. Continuó jugando el abogado
y cuando decidió parar había perdido 4 200 dólares de los de entonces.
Cubrió su deuda con un cheque, pero lo embargaba la sensación de haber
sido estafado. Supo que el cubolo no era legal en Cuba y cayó en
cuenta del papel que tenían las «palas» en juegos como ese, azuzando a
apostar al «primo». En cuanto pudo se comunicó con su banco y le pidió
que no hiciese efectivo el documento.
Cuando Norman Rothman, gerente entonces del casino de Sans Souci y
conocido operador de salas de fiesta en Miami Beach —casado con la
explosiva vedette cubana Olga Chaviano— se percató de que Smith no
pagaría la deuda, ordenó a una agencia de California que le reclamase
el dinero. Se mantuvo Smith en sus trece y la agencia contratada para
hacerle pagar lo llevó entonces a juicio. Error. Smith se desempeñaba
como asesor económico del senador Richard M. Nixon, futuro
vicepresidente y, más tarde presidente de Estados Unidos. Suplicó
Smith ayuda a Nixon y el parlamentario pidió al Departamento de Estado
que investigara si era cierto o no si a su consejero lo habían
engañado en un juego de azar fraudulento. El Departamento de Estado se
comunicó con su Embajada en La Habana y se inició una investigación de
las denuncias de Smith y de otros turistas que ponían de relieve que
estafas e ilegalidades abundaban en el mundo del juego. Una campaña
publicitaria, impulsada por Smith, sacaba a flote casos de numerosos
turistas estadounidenses estafados en casinos de la capital de la
Isla.
Aquella propaganda en contra puso al dictador Fulgencio Batista entre
la espada y la pared. Si la cosa seguía como iba, el Gobierno se vería
obligado a poner coto al juego y cerrar los casinos, aunque también
podía suceder que los jugadores, desconfiados, probaran suerte en
Bahamas, México, Puerto Rico, República Dominicana o Haití, que
pugnaban por entrar en el negocio floreciente del juego en el Caribe
de la posguerra.
La cuestión era esta: o Cuba garantizaba un juego «limpio» en los
casinos o la industria del juego desaparecería de la Isla. Batista no
podía recurrir a su propio aparato para buscar remedio al asunto, pues
el gubernamental Instituto Nacional de Turismo estaba penetrado hasta
la médula por dueños y operadores de las casas de juego. El dictador,
sin embargo, tenía un as escondido en la manga. Era Meyer Lansky, el
financiero de la mafia. Llamado por Batista, Lansky regresó a La
Habana a mediados de 1952, y aceptó el puesto de «consejero» para la
reforma del juego que el mandatario cubano le ofrecía, como paso
inicial del saqueo en gran escala que él y Lucky Luciano planearon
para Cuba.
Tendría, eso sí, que hilar fino. El razzle-dazzle, extendido ya a
Tropicana, Jockey Club, Gran Casino Nacional y otros centros
nocturnos, producía mucho dinero, y privar de ese beneficio a los que
los patrocinaban generaría de seguro una respuesta violenta. Lansky no
quiso quedar como el propiciador de esa violencia. De ahí que se
limitara a atizar el fuego sin meter por ello las manos en la candela.
Se empeñó en demostrar que un casino bien llevado era un casino
rentable y que un establecimiento de ese tipo no tenía necesidad de
recurrir a la trampa para conseguir ventaja. Le entró al asunto
lentamente y con manos de seda. Se convirtió en dueño mayoritario del
Montmartre, el importante cabaret-casino del Vedado. Quería aleccionar
a los que explotaban negocios turbios: el casino más eficaz sería el
que funcionara de la forma más limpia y justa. Por otra parte, su mano
pareció estar detrás del artículo aparecido en una publicación de
EE.UU. con el título de Primos en el paraíso; de cómo los
estadounidenses pierden la camisa en los tugurios de juego en el
Caribe. Ese material ponía en evidencia al casino del cabaré Sans
Souci y agregaba que hampones norteamericanos desplazados figuraban
como socios o concesionarios en cuatro de los cinco casinos de La
Habana, mientras que el Montmartre aparecía citado como el único de
esos establecimientos que no permitía el razzle-dazzle.

Con casco y bayoneta calada.

Dos días después de publicado el artículo, Batista hacía público que
había ordenado al Servicio de Inteligencia Militar (SIM) que detuviera
a 13 de los más connotados jugadores profesionales de razzle-dazzle
empleados de Sans Souci y Tropicana. Decía el New York Times:
«Soldados cubanos con casco y bayoneta calada entraron en los tugurios
de juego y ordenaron poner fin a las partidas de razzle-dazzle. Fusil
en mano vigilaron las entradas de los casinos para impedir que
volvieran las partidas». Al día siguiente salían deportados los 13
jugadores detenidos. Fue una jugada maestra. Meyer Lansky había dado a
sus congéneres su propia versión del razzle-dazzle.
Se imponía un cambio de imagen en Sans Souci. En octubre de 1953,
Santo Trafficante, el zar de Tampa, compró su parte en el club
nocturno a Sammy y Kelly Mannarino. Algunos investigadores son de la
opinión de que ese importante negocio se llevó a cabo por mediación de
Lansky, y quizá del mismo Batista, como parte de una operación de
limpieza.
Lansky y Trafficante no se llevaban bien. El bolitero de Tampa tildaba
siempre de «asqueroso cabrón» al judío neoyorquino del Lower East
Side. Era un rencor—se dice— que venía de atrás. Nacía de la
suposición de que Lansky había usurpado los planes que su padre
trazara pacientemente durante años. El viejo Trafficante, siciliano de
nacimiento, había creado en Cuba un dominio que pensó legar a su hijo.
Para muchos, los Trafficante, padre e hijo, eran los jefes mafiosos de
La Habana. Pero llegó Meyer Lansky y tiró los dados de otra manera.
Entonces gente como Indalecio Pertierra y Paco Prío, que hasta ahí
respondieron a los Trafficante, cambiaron de bando. Trafficante hijo
hablaba el español con soltura y conocía bien la cultura cubana.
Aunque estaba casado en EE.UU., tenía una amante habanera, Rita, ex
bailarina y veinte años más joven, con la que vivía en uno de los
pisos altos del edificio marcado con el número 20 de la calle 12, en
el Vedado. Afirma un historiador norteamericano que Santo Trafficante
podía no tener a Batista en el bolsillo, como lo tenía Lansky, pero
era, después de este, el hombre más poderoso de la mafia en La Habana.

Rediseño y restauración.

Trafficante se rodeó de nuevos colaboradores al asumir el control de
Sans Souci, aunque permitió que Norman Rothman, apodado Roughneck
—algo así como «Matón»—, prosiguiera como director de juegos y gerente
del casino. Su hijo Cappy, fruto de un matrimonio anterior a su
relación con Olga Chaviano, colaboraba en el negocio. De un maletín
esposado a una de sus muñecas, sacaba dinero de La Habana con destino
a EE.UU. Con el tiempo, Cappy sería un destacado especialista en
infertilidad y el creador, en California, del primer banco de
espermatozoides que existió en el mundo.
Lefty Clark, reconocida figura del juego en la Florida, asumió la
administración de Sans Souci, y con esta las tareas de rediseño y
restauración del centro nocturno, en las que se invirtió un millón de
dólares. Pero eso lo veremos el próximo domingo.
(Continuará)
--
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/


Storia perduta del Sans Soucì

La storia del cabaret sans Soucì pare essere stata gettata nei meandri della memoria. Mentre investigatori e giornalisti animati, a volte, per la propria amministrazione di questo centro notturno, si affannano a ricostruire il decorrere del Tropicana e discutono fino lalo sfinimento il perché del nome della famosa casa delle feste e quando e dove si è composta la canzone che serve di apertura ai suoi spettacoli, si va perdendo la storia di altri cabaret. IL Sans Soucì non è l'unico caso.
Per il suo ambiente esclusivo e la sua eleganza raffinata, il Sans Soucì arrivò ad essere tanto famoso come il Tropicana. Il celebre compositore César Portillo de la Luz, autore di “Tú, mi delirio” e “Contigo en la distancia”, che lavorò come musicista nel bar del centro notturno, disse a questo scrittore che mentre il Tropicana era preferito dagli stranieri che visitavano l'Isola, il Sans Soucì era più per i cubani. Notissime figure internazionali si fecero applaudire nel suo scenario come stelle di produzioni fastose in cui le ballerine nordamericane si trasformavano in valore aggiunto. Per un periodo, Roderico Neyra, quel mulatto deformato dalla lebbra, di bassa statura e dal sorriso furbesco che rese famoso lo pseudonimo di Rodney, si incaricò delle sue coreografie, segnando con esse un modo di fare e concepire lo spettacolo. Quando, nel marzo 1952, Rodney passò al Tropicana, il suo posto venne occupato da un artista della grandezza di Alberto Alonso.
Il cabaret avanero prese nome dal palazzo che Federico II, il Grande, si fece costruire a Postdam a partire dal 1745. Rivaleggiava col palazzo di Versalles della monarchia francese, nonostante fosse molto più piccolo. Questo edificio fu, per il re di Prussia, un luogo di riposo più che un centro di potere. Da li il suo nome, Sans Soucì che si può tradurre in “senza preoccupazioni”. La stessa idea animò i fondatori del Sans Soucì avanero. Volevano che le visite dei loro clienti trascorressero libere da pensieri e inquietudini in quella villa di stile spagnolo sita nella strada di Arroyo Arenas e che offriva i suoi spettacoli sotto le stelle.
Il centro notturno avanero aprì le porte dopo la fine della prima Guerra Mondiale e lo spagnolo Arsenio Mariño, domiciliato all'Avana dal 1914, fu uno dei suoi proprietari all'origine. Li conobbe quella che sarebbe stata sua moglie, una ballerina tedesca che col nome di sorelle Farry, avrebbe formato nel tempo una coppia con la sua gemella. Da questa unione nacque la eccellente attrice, cantante e ballerina cubana Yolanda Farr, che lo raccontò nelle sue memorie. Si presume che Mariño vendette la sua parte all'inizio degli anni '30 e andò in Sudamerica in tourneé con le Farry.

Scoppia lo scandalo.

Ignora il cronista chi o coloro che rimasero padroni del locale all'uscita di scena di Mariño. Sa che col tempo, sans Soucì passò nelle mani di Sammy Mannarino, un gangster di Pittsburg che lo rilevò in società con suo fratello Kelly e malavitosi di Chicago e Detroit. Ed è precisamente con loro che si forma uno degli scandali più roboanti del futuro dei giochi d'azzardo all'Avana. Mannarino e i suoi soci vendettero a Muscles Martin il diritto a usare nel locale il cosiddetto “razzle-dazzle” (gioco con 8 dadi. n.d.t.) e finì che questo servì da base per vari giochi con i dadi, specialmente una variante chiamata “cubolo”: un furto a mano armata che spennava senza scampo gli incauti – i soprannominati “cugini” - che forniti di segnali e riconoscimenti – chiamati “palas” - si sedavno ai tavoli con la convinzione che non avrebbero perso sempre che raddoppiassero la loro posta. Il “razzle-dazzle”, nelle sue varianti, apportava a martin tra dieci e trenta mila dollari per sera, dei quali consegnava la metà alla casa.
Dan C. Smith, avvocato nordamericano domiciliato a Los Angeles, vide da un tavolo privilegiato lo spettacolo sfrenato e selvaggio che quella sera offriva il Sans Soucì, e passò alla sala da gioco dove persone che sembravano conoscitrici gli suggerirono che giocasse al “cubolo”. Era un gioco per lui incomprensibile, però Smith accettò. L'avvocato proseguì giocando e quando decise di fermarsi aveva perso 4.200 dollari, di quelli di allora. Coprì il suo debito con un assegno, però aveva la sensazione di essere stato truffato. Seppe che il “cubolo” non era legale a Cuba e si rese conto del ruolo che avevano le “palas” in giochi come questo, incitando il “cugino” a scommettere. Appena poté si mise in contatto con la sua banca per bloccare il documento.
Quando Norman Rothman gestore allora del casinò del Sans Soucì e noto operatore di sale di feste a Miami Beach – spostao con l'esplosiva vedette cubana Olga Chaviano – si rese conto che Smith non avrebbe pagato il debito, ordinò a un'agenzia della California che gli riscuotesse i soldi. Smith si mantenne nella sua posizione e l'agenzia contrattata per riscuotere lo portò a giudizio. Errore. Smith lavorava come consulente economico del senatore Richard M. Nixon, futuro vicepresidente e, più tardi presidente degli Styati Uniti. Smith chiese aiuto a Nixon e il parlamentare chiese al Dipartimento di Stato di investigare se avessero, o no, ingannato il suo consigliere con un gioco d'azzardo illegale fraudolento.
Il Dipartimento di Stato si mise in contatto con l'Ambasciata all'Avana e si cominciò un'indagine in base alla denuncia di Smith e di altri turisti che facevano notare che truffe e illegalità abbondavano nel mondo del gioco d'azzardo. In una campagna pubblicitaria, promossa da Smith, emergevano casi di numerosi statunitensi truffati nei casinò dell'Isola.
Quella pubblicità negativa mise il dittatore Fulgencio Batista tra la spada e la parete. Se la cosa proseguiva allo stesso modo, il Governo si sarebbe visto obbligato a mettere un freno al gioco e chiudere i casinò, inoltre poteva succedere che i giocatori, diffidenti, provassero la fortuna alle Bahamas, Messico, Porto Rico, Repubblica Dominicana o Haiti, che lottavano per entrare nel fiorente affare del gioco nei Caraibi del dopoguerra.
La questione era: o Cuba garantiva un gioco “pulito” nei casinò o l'industria del gioco sarebbe scomparsa dall'isola. Batista non poteva ricorrere al suo apparato per cercare rimedio all'affare, il governativo Istituto Nazionale del Turismo era infiltrato fino al midollo dei proprietari e gestori di case da gioco. Senza dubbio, il dittatore, aveva un asso nella manica. Era Meyer Lansky, il finanziere della mafia. Chiamato da batista, Lansky tornò all'Avana a metà del 1952, e accettò il posto di “consigliere” per la riforma del gioco che il presidente cubano gli offriva come primo passo verso il saccheggio in grande scala che lui e Lucky Luciano avevano pianificato su Cuba.
Questo doveva filare liscio. Il “razzle-dazzle” già esteso al Tropicana, Jockey Club, Gran Casinò Nacional e altri centri notturni, produceva molto denaro e privare di questo beneficio coloro che lo patrocinavano avrebbe generato di certo una risposta violenta. Lansky non volle apparire come propiziatore di quella violenza, perciò si limitò ad attizzare il fuoco senza mettersi tra le fiamme. Si impegnò a dimostrare che un casinò ben condotto era una casinò redditizio e che un locale di questo tipo non aveva necessità di fare imbrogli per conseguirne vantaggi. Entrò nella faccenda col guanto di velluto. Si convertì nel socio di maggioranza del Montmartre, l'importante cabaret-casinò del Vedado. Voleva isolare coloro che sfruttavano affari torbidi: il casinò più efficace sarebbe stato quello che funzionasse nel modo più pulito e corretto. D'altra parte, la sua mano sembrava essere dietro all'articolo apparso in una pubblicazione apparsa negli stati Uniti con il titolo. “Cugini in paradiso”; su come gli statunitensi perdevano la camicia nei tuguri del gioco nei Caraibi. Questo materiale metteva in evidenza il cabaret Sans Soucì e aggiungeva che malavitosi nordamericani trasferiti figuravano come soci o concessionari in quattro o cinque casinò dell'Avana, mentre il Montmartre era citato come l'unico di quei locali che non permetteva il “razzle-dazzle”.

Con elmo e baionetta inastata.

Due giorni dopo della pubblicazione dell'articolo, Batista rendeva pubblico che aveva ordinato al servizio di Intelligenza Militare (SIM) che arrestasse 13 dei più connotati giocatori professionisti di “razzle-dazzle”. Fucile alla mano, vigilarono le entrate dei casinò per impedire che “tornassero alle partite”. Il giorno seguente furono deportati i 13 giocatori arrestati. Fu na colpo da maestro: Meyer Lansky aveva dato ai suoi soci la propria versione del “razzle-dazzle”.
Si imponeva un cambio di immagine del Sans Soucì. Nell'ottobre 1953, Santo trafficante, lo zar di Tampa, comprò la sua quota del club notturno a Sammy e Kelly Mannarino. Alcuni investigatori sono dell'opinione che questo affare importante si portò a termine per mezzo di Lansky e forse, con lo stesso batista, comeparte dell'operazione di pulizia.
Lansky e Trafficante non si amavano. Il giocatore di dadi di Tampa appellava sempre di “caprone schifoso” l'ebreo newyorkino del lower East Side. Era un rancore – si dice – che veniva da lontano. Nasceva dalla supposizione che Lansky aveva usurpato i piani che suo padre aveva tracciato pazientemente per anni. Il vecchio Trafficante, siciliano di nascita, aveva creato a Cuba un regno che pensava lasciare a suo figlio. Per molti, i Trafficante padre e figlio, erano i capi mafiosi dell'Avana. Però arrivò Meyer Lansky e gettò i dadi in un altro modo. Allora, gente come Indalesio Pertierra e Paco Prío, che fino allora rispondevano ai trafficante, cambiarono bandiera. Trafficante figlio parlava lo spagnolo fluentemente e conosceva la cultura cubana. Nonostante fosse spostato negli U.S.A., aveva un'amante avanera: Rita, ex ballerina e più giovane di vent'anni, con la quale viveva in uno dei piani superiori dell'edificio al numero 20 della calle 12, nel Vedado. Uno storico notrdamericano afferma che Santo Trafficante poteva non tenere nel taschino Batista, come lo aveva Lansky, ma era, dopo di lui, l'uomo della mafia più potente dell'Avana.

Ridisegno e restauro.

Trafficante si circondò di nuovi collaboratori nell'assumere il controllo del sans Soucì, anche se permise che Norman Rothman, soprannominato Roughneck – qualcosa come “sicario” - proseguisse come direttore di gioco e gestore del casinò. Suo figlio Cappy, frutto di un matrimonio anteriore alla relazione con Olga Chaviano, collaborava agli affari. Con una valigetta ammanettata al suo polso, portava fuori dall'Avana, con destino U.S.A., i soldi. Col tempo, Cappy diventerà un noto specialista nell'infertilità e creatore della prima banca di sperma al mondo.
Lefty Clarck, conosciuta figura del gioco in Florida. Assunse l'amministrazione del sans Soucì e con questa il compito di ridisegno e restauro del centro notturno, nella quale si investì un milione di dollari. Ma questo lo vedremo nela prossima puntata.

(continua)







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