Historia perdida del Sans Souci (II y final)
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
17 de Agosto del 2013 20:48:55 CDT
Tan desfavorable fue para el cabaré la propaganda que se hizo con
motivo del razzle-dazzle —aquel extraño y apenas comprensible juego de
ocho dados en el que los incautos creían tener asegurado el triunfo
siempre que no dejaran de doblar la apuesta—, que en 1953 su nuevo
administrador pensó en cambiar el nombre del establecimiento.
«Copahabana» pareció en un primer momento un buen término, pero al
final se decidió que el nightclub-casino siguiera llamándose como
hasta entonces, pues su nombre era un hito bien consolidado en la vida
nocturna habanera y una referencia más allá de los límites de la Isla.
El cambio sería más profundo. De entrada, la clientela debía
convencerse de que el establecimiento ofrecía un juego «limpio».
Corría el año de 1955 cuando la administración dispuso la ampliación y
reconstrucción del lugar. Dos años después concluirían las obras, que
contemplaron la remodelación del casino y la instalación de nuevas
máquinas tragamonedas —las llamadas «ladronas de un solo brazo»— y la
construcción de un salón provisto de techo de cristal para que en
noches de lluvia pudiera disfrutarse tranquilamente del espectáculo
que de manera habitual se ofrecía a cielo abierto. Mil cien visitantes
pudieron sentarse entonces de una vez en las áreas de Sans Souci, que
reservó un espacio privado para grandes apostadores quienes, sin
límite de horario, jugaban contra ellos mismos y no contra la casa,
que recaudaba al final un porcentaje de las ganancias. El Nevada
Cocktail Lounge regalaba, en el casino, agradables momentos musicales
independientes de los del espectáculo que se brindaba fuera.
Fue en ese bar donde Santo Trafficante cogió delirio con Tú, mi
delirio, contó a este cronista, en el año 2001, César Portillo de la
Luz, autor del mencionado bolero. El compositor formaba parte de un
grupo musical en el que también figuraba Frank Domínguez, que
amenizaba la noche en el Nevada. Recordó Portillo en aquella
entrevista que, siempre que llegaba al bar, el cabecilla mafioso que
ya para entonces controlaba el cabaré-casino, decía a un cantinero al
que apodaban el Guajiro, y que después trabajó en El Mandarín, que
pidiera al grupo que interpretara Tú, mi delirio para él. Después, en
agradecimiento, les hacía llegar por la misma vía una botella de
champán o un billete de cien dólares que los músicos se repartían a
partes iguales.
El gorrión de París.
El consumo mínimo en el cabaré pasó de tres pesos con cincuenta
centavos a cinco pesos, sin que fuera necesario abonar cantidad alguna
para acceder al casino. Había una cocina de altura en Sans Souci y su
carta-menú era de las más completas entre los centros nocturnos. Los
espectáculos contaban con la participación de un coro de 14 voces,
algo inédito en establecimientos de ese tipo.
Tras su reinauguración, en diciembre de 1957, grandes figuras
internacionales alternaron en su pista con los mejores valores
locales. Vino, entre otros muchos artistas, Edith Piaf, el llamado
gorrión de París. La prensa la presentaba como una grande de Francia,
pero los productores del Sans Souci, luego de contratarla, no estaban
seguros del todo de cómo la acogería un público que, entre whiskys y
caderas en ebullición, apenas tenía otra pretensión que la de pasar el
rato y divertirse. Dio la Piaf instrucciones a los luminotécnicos de
cómo manejar las luces durante su actuación y rechazó el pedido de que
saliera a escena vistiendo un modelo de Patou o de Dior. Lo haría con
su sencillo vestido negro de siempre, una ropa que, por su color
—decía— resaltaba mejor sus gestos y los movimientos de las manos.
Llegó la noche del debut y había de todo entre los espectadores. Desde
admiradores legítimos hasta los que auguraban un fracaso rotundo a la
cancionera, pasando por los que, sin conocerla, agradecían la
posibilidad de poder valorarla de cerca. Fue todo un éxito. Abrió la
Piaf con La vida en rosa y, con su voz raída, continuó sus
interpretaciones para meterse al público en el bolsillo.
Dos grandes producciones presentadas en la pista de Sans Souci
consigna la crónica. Sun Sun Babae, de Rodney, e Iroko Bamba Bamba, de
Alberto Alonso, que se tiene como el espectáculo «más grande y
costoso» que se presentara en un cabaré habanero. Contó con cien
participantes.
En la primera, un grupo de bailarines negros desciende del escenario,
seguido por los reflectores, y se acerca a la mesa ocupada por una
muchacha rubia que no puede apartar los ojos de los hombres
semidesnudos que la rodean y que la atraen y la asustan al mismo
tiempo. Terminan ellos levantándola de su asiento y llevándola al
escenario, donde la muchacha se embriaga con el sonido de los tambores
y los cantos cada vez más fuertes, mientras que el público,
hipnotizado y confundido, no sabe bien si aquello forma parte o no del
espectáculo.
De pronto, la rubia, enloquecida, se arranca el vestido y cubierta
apenas por su ropa interior, mínima y provocativa, comienza a bailar.
Sus movimientos se vuelven cada vez más frenéticos y lascivos y los
hombres la alzan y pasa ella de unos brazos a otros hasta que, en
medio de una música in crescendo, sale de su trance, profiere un grito
de turbación y recoge apresuradamente su ropa. Todavía semidesnuda
huye del escenario y atraviesa el salón para salir por una puerta
trasera.
A esa altura, confirman ya los espectadores que la muchacha rubia —en
realidad la bailarina norteamericana Skippy, de Nueva Jersey— no es
una clienta más del cabaré, sino que está incluida en el libreto de la
producción de Rodney y, sorprendidos en su ingenuidad, ríen
discretamente primero y enseguida aplauden a rabiar.
Tiene el cabaré en su elenco a bailarinas del calibre de Sonia Calero
y otra que se hace llamar Cara Melo, a quien la crítica define como la
danza hecha mujer y que personifica como pocas —se dice también— el
espíritu de Sans Souci. En ella tienen puestos los ojos productores de
Broadway.
El Chori no tuvo suerte en Sans Souci y no fue culpable de ello la
gerencia del lugar. El famoso percusionista se presentaba en cabarés
de mala muerte de la Playa de Marianao, en la Quinta Avenida, frente
al Coney Island, cuando lo contrataron para que actuara en Sans Souci
junto a Miguelito Valdés. Cuenta el narrador Leonardo Padura que
además de la paga respetable, el centro nocturno garantizaba al
artista la ropa adecuada, una habitación en el hotel Plaza y un auto
con chofer. Pero aquel hechizo duró poco. Chori no era miembro de la
Asociación de Músicos y eso lo invalidaba para actuar en lugares de
aquella categoría. Si no obedecía, le aplicaban la Ley de Estaca. Es
decir, lo apaleaban al final de las funciones. Y Chori volvió a la
Playa, a su vieja existencia pacífica de rones baratos y noches de
música despreocupada.
Sans Souci parecía no escatimar recursos en el empeño de írsele por
arriba a Tropicana y al cabaré Montmartre, del Vedado. Solo que, como
afirmó el maestro Portillo de la Luz en la entrevista aludida, «cuando
Sans Souci comenzó a despegar en grande, ya el prestigio de Tropicana
estaba consolidado».
Además de Edith Piaf, en la temporada 1957-1958 desfilaron por su
pista Denis Darcel, Ilona Massey y Cab Calloway, Dorothy Dandridge,
Joanne Gilbert y Tony Martin, entre otras figuras del mundo del
espectáculo norteamericano y europeo. Y para la temporada siguiente
pensaba la gerencia del cabaré contratar a Marlene Dietrich, Liberace
y Susan Hayward como animadores de sus noches.
Por otra parte, el cabaré ofreció a Rocky Marciano, campeón mundial de
boxeo de los pesos completos que se había retirado invicto, 350 000
dólares si aceptaba enfrentarse, en la propia instalación, al Niño
Valdés, su antiguo retador cubano. Pero Marciano no aceptó la
propuesta. El hecho podría dar pie a una sabrosa crónica. Sucedió que,
durante un entrenamiento, el Niño, con intención o sin ella, propinó
un puñetazo al campeón del mundo que lo envió a la lona. De más está
decir que hasta ahí llegó el cubano como esparring del campeón, pero
se convirtió en su retador. Marciano nunca le dio la pelea.
La última noche.
El año de 1957 fue bueno para Santo Trafficante. El 12 de marzo pidió
permiso de residencia permanente en Cuba a fin de vigilar de cerca sus
intereses en La Habana. A esa altura, además de Sans Souci, controlaba
una agencia de contratación de artistas y, se asegura, llegaría a ser
propietario o tendría intereses mayoritarios en el hotel Deauville, un
edificio de 140 habitaciones situado en la esquina de Galiano y
Malecón, y era completamente suya la concesión del juego en esa
instalación. Controlaba asimismo el hotel Comodoro, con su casino, y
tenía una participación en la concesión del juego en Tropicana. Sus
intereses se extendían también —se dice—, al casino del hotel Capri.
Frank Ragano, que fue abogado de Trafficante durante la estancia del
gánster en Cuba, y después, dijo en un libro que publicó tras la
muerte de su jefe y en el que reveló no pocos de sus peores delitos,
que una noche Trafficante lo hizo pasar a través de uno de los
servicios sanitarios para caballeros de Sans Souci a una habitación
que permanecía cerrada con llave. La pared del fondo estaba llena de
cajas de seguridad. En esas cajas, explicó Trafficante a su abogado,
cubanos ricos guardaban cocaína para consumo propio.
Llegó así el 31 de diciembre de 1958. El último día de ese año no
parecía que sería distinto a los demás, pese a que el Ejército Rebelde
tendía un cerco elástico en torno a la ciudad de Santiago de Cuba, y
Santa Clara estaba a punto de caer en manos de la guerrilla, mientras
que la dictadura de Batista ahogaba a La Habana en un mar de sangre.
Esa noche actuaban en el Sans Souci el cuarteto D’Aida y se presentaba
Sabor y souvenir de Haití, producción del coreógrafo Víctor Álvarez,
con Martha Jean-Claude, Míriam Barrera, Nancy Álvarez y los bailarines
Ana Gloria y Ferrán.
Había concluido ya el show cuando Meyer Lansky llegó a la instalación.
Se enteró en el hotel Plaza de la huida de Batista y al igual que lo
había hecho ya en otros casinos, recomendó a Trafficante que recogiera
todo el dinero y cerrara el local. Trafficante sacó el dinero, pero
demoró en cerrar el establecimiento. A la vuelta de pocas horas el
casino de Sans Souci, invadido por el pueblo, estaba destrozado.
¿También destrozó la multitud el cabaré? Viejos trabajadores
gastronómicos contaron a este escribidor que en la madrugada del 1ro.
de enero grupos airados quisieron penetrar en Tropicana y que los
empleados del lugar lo impidieron, lo que no sucedió en Sans Souci,
que quedó totalmente destruido, por lo que también el cabaré, y no
solo el casino, cerró sus puertas a partir de entonces. Sin embargo,
la prensa inserta los anuncios de los espectáculos que allí se
exhibieron en los dos meses iniciales de 1959. Tangolandia, en enero,
con Rolando Laserie, Nancy Álvarez y Ana Gloria, y Sabor, en febrero,
también con Nancy Álvarez. ¿Se presentaron allí esos espectáculos o se
trata de anuncios pagados de antemano y que no respondían ya a la
realidad? Otro punto oscuro en la historia de este famoso centro
nocturno habanero.
Ciro Bianchi Ross
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Storia perduta del Sans Soucì (II parte e fine)
Fu tanto sfavorevole la propaganda che si fece al cabaret con mira al “razzle-dazzle” - quello strano e incomprensibile gioco con otto dadi nel quale gli ingenui credevano da ever assicurato il successo sempre che raddoppiassero la posta – che nel 1953 il nuovo amministratore pensò di cambiare nome al locale. “Copahabana” sembrava all'inizio una buona scelta, ma alla fine si decise che il night club-casinò continuasse a chiamarsi come prima, il suo nome era un fatto ben consolidato nella vita notturna avanera e un riferimento che andava oltre i limiti dell'Isola. Il cambio sarebbe stato più profondo. D'acchito la clientela doveva essere convinta che il locale offriva un gioco “pulito”. Correva l'anno 1955, quando l'amministrazione dispose l'ampliamento e ristrutturazione del luogo. Due anni dopo si conclusero i lavori che contemplavano il rinnovamento del casinò e l'installazione di nuove macchinette mangiasoldi – le cosiddette “ladre con un solo braccio” - e la costruzione di un salone provvisto di tetto di vetro perché nelle serate di pioggia si potesse godere tranquillamente dello spettacolo che normalmente si svolgeva all'aperto. Mille e cento visitatori potevano, quindi sedersi contemporaneamente nel Sans Soucì, que aveva riservato uno spazio privato per i grandi giocatori che, senza limite di orario, giocavano fra di loro e non contro la casa che incassava, alla fine, una percentuale sui guadagni. Il Nevada Cocktail Lounge regalava, nel casinò, gradevoli momenti musicali indipendenti dallo spettacolo che si offriva fuori. Fu in questo bar dove Santo Trafficante si innamoro di “Tú mi delirio”, raccontò a questo cronista nell'anno 2001, César Portillo de la Luz, autore del citato bolero. Il compositore faceva parte di un gruppo musicale nel quale figurava anche Frank Domínguez, che amenizzava la sera nel Nevada. Portillo, ricordò, in quell'intervista, che quando arrivava al bar il capoccia mafioso che già da allora controllava il cabaret-casinò, diceva a un barista che chiamavano el guajiro, che poi lavorò nel Mandarín, che chiedesse al gruppo di interpretare “Tú mi delirio” per lui. Dopo, come ringraziamento, gli faceva arrivare per la stessa via una bottiglia di champagne o un biglietto da cento dollari che i musicisti si dividevano in parti uguali.
L'usignolo di Parigi.
La consumazione minima dl cabaret passò da tre pesos e cinquanta centesimi a cinque pesos, senza che fosse necessario lasciare altro per accedere al casinò. C'era un'alta cucina nel Sans Soucì e il suo menù era fra i più completi dei centri notturni. Gli spettacoli contavano con la partecipazione di un coro di 14 voci, qualcosa di inedito in locali di questo tipo.
Dopo la sua inaugurazione, nel dicembre 1957, garndi figure internazionali si alternarono nel suo palco con i migliori artisti locali. Venne, tra molti altri artisti Edith Piaf, soprannominata l'usignolo di Parigi. La stampa la presentò come una grande di Francia, ma i produttori del Sans Soucì, dopo averla contrattata non erano del tutto sicuri di come l'avrebbe accolta un pubblico che, tra whisky e anche traboccanti, aveva solo la pretesa di passare il tempo e divertirsi un po'. La Piaf diede istruzioni ai tecnici delle luci di come manovrare i riflettori durante il suo numero e respinse la richiesta di entrare in scena vestendo un abito di Patou o di Dior. Lo fece col suo vestito nero di sempre, un capo che – diceva – risaltava meglio i suoi gesti e i movimenti delle mani. Giunse la sera del debutto e tra il pubblico c'era di tutto. Da ammiratori legittimi a coloro che auguravano un fiasco alla cantante, passando per quelli che senza conoscerla, ringraziavano la possibilità di poterla valutare da vicino. Fu un grande successo. La Piaf aprì con “La vie en rose” e con la sua voce roca, continuò le sue interpretazioni per mettersi in tasca il pubblico.
La cronaca segnala altre due grandi produzioni presentate sul palco del Sans Soucì. Sun Sun Babae, di Rodney, e Iroko Bamba Bamba di Alberto Alonso che si tennero come lo “spettacolo più grande e costoso” che si presentasse in un cabaret avanero e contavano con cento partecipanti in scena.
Nella prima, un gruppo di ballerini negri scende dallo scenario, seguito dai riflettori e si avvicina al tavolo occupato da una ragazza bionda che non riesce a distogliere lo sguardo dagli uomini seminudi che la circondano, la attraggono e la spaventano allo stesso tempo. Poi terminano sollevandola dalla sua sedia e portandola sullo scenario, dove la ragazza si ubriaca col ritmo dei tamburi e i canti sempre più forti, mentre il pubblico, ipnotizzato e confuso, non sa bene se quello fa parte dello spettacolo o no.
Improvvisamente la bionda, impazzita si strappa il vestito e coperta solo con l'intimo, ridotto al minimo e provocante, comincia a ballare. I suoi movimenti diventano sempre più frenetici e lascivi, gli uomini la sollevano e lei passa da un abbraccio all'altro finoa che in mezzo a un crescendo di musica, esce dalla trance, lancia un grido di perturbazione e raccoglie in fretta la sua roba. Ancora seminuda fugge dallo scenario e attraversa il salone per uscire da una porta posteriore.
A questo punto, gli spettatori hanno la conferma che la ragazza bionda – in realtà la ballerina nordamericana Skippy, del New jersey – non è una cliente del cabaret, ma fa parte della coreografia della produzione di Rodney e sorpresi per la propria ingenuità, dapprima ridono discretamente per poi prorompere in un applauso frenetico.
Il cabaret aveva nel suo cast un elenco di ballerine del calibro di Sonia Calero
e un'altra che si faceva chiamare Cara Melo (cara mella n.d.t.) che la critica definiva come la danza fatta donna e che impersona come poche – si dice anche – lo spirito del sans Soucì. In lei sono posti gli occhi dei produttori di Broadway.
El Chori non ebbe fortuna nel Sans Soucì e di questo non ebe colpa la gestione del luogo. Il famoso percussionista si presentava in cabaret di quart'ordine della playa di Marianao, nella Quinta Avenida, di fronte al Coney Island, quando lo contrattarono perché attuasse al Sans Soucì assieme a Miguelito Valdés. Il narratore Leonardo Padura racconta che oltre a un compenso rispettabile, il centro notturno garantiva all'artista i vestiti adeguati, una camera all'hotel Plaza e un'auto con autista. Però quell'incantesimo durò poco. Chori non era membro dell'Associazione dei Musicisti e questo gli vietava di lavorare in locali di quella categoria. Se non avesse obbedito gli avrebbero applicato la Legge del Bastone. Ovvero lo avrebbero bastonato alla fine degli spettacoli. Così Chori tornò alla Playa, alla sua vecchia esistenza tranquilla di rum economico e serate di musica senza pensieri.
Sans Soucì sembrava non risparmiare risorse nell'impegno di superare il Tropicana e il cabaret Montmartre del Vedado. Solo che, come affermò il maestro Portillo de la Luz nella citata intervista, “quando Sans Soucì cominciò a decollare alla grande, il prestigio del Tropicana era già consolidato”.
Oltre a Edith Piaf, nella stagione 1957-1958, sono passati per il suo palco Denis Darcel, Ilona Massey e Cab calloway, Dorothy Dandridge, Joanne Gilbert e Tony Martin, far le altre figure del mondo dello spettacolo nordamericano e europeo. Per la stagione seguente la gerenza del cabaret pensava di contrattare Marlene Dietrich, Liberace e Susan Hayward come animatori delle serate.
Inoltre il cabaret offrì a Rocky Marciano, campione mondiale dei pesi massimi che si era ritirato imbattuto, 350.000 dollari se accettava incontrare, in quella installazione, il Niño Valdés, suo antico sfidante cubano. Marciano però non accettò la proposta. Il fatto poteva dar piede a una cronaca saporita. Successe che durante un allenamento, il Niño, con intenzione o senza, dette un cazzotto al campione del mondo che lo mise al tappeto. Inutile dire che terminò li la carriera del cubano come sparring partner del campione, però si convertì nel suo sfidante. Marciano non accettò mai l'incontro.
L'ultima notte.
L'anno 1957 fu buono per Santo Trafficante. Il 12 marzo chiese il permesso di residenza permanente a Cuba al fine di sorvegliare da vicino i suoi interessi all'Avana. A questo punto,oltre a Sans Soucì, controllava un'agenzia di contrattazione di artisti e, si dava per certo, sarebbe giunto a essere proprietario o avere la maggioranza nell'hotel Deauville, un edificio di 140 camere sito all'angolo di Galiano e Malecón ed era completamente sua la concessione del gioco in questa installazione. Controllava anche l'hotel Comodoro, col suo casinò e aveva una partecipazione nel gioco al Tropicana. I suoi interssi si estendevano anche – si dice – al casinò dell'hotel Capri.
Frank ragano, che fu avvocato di Trafficante durante il soggiorno del gangster a Cuba, e anche dopo, in un libro che scrisse e pubblicò dopo la morte del suo capo e nel quale rivelò non pochi dei suoi peggiori delitti, che una sera Trafficante lo fece passare attraverso uno dei servizi sanitari per uomini del Sans Soucì a una stanza che rimaneva chiusa a chiave. La parete di fondo era piena di cassette di sicurezza. In queste cassette, spiegò Trafficante, al suo avvocato, alcuni cubani ricchi tenevano la cocaina per proprio uso.
Giunse così il 31 dicembre del 1958. L'ultimo giorno di quell'anno non sembrava diverso agli altri, nonostante l'Esercito Rebelde tendese un cerchio elastico attorno alle città di Santiago de Cuba, e Santa Clara stesse per cadere in mano alla guerriglia, mentre la dittatura di Batista affogava l'Avana in un mare di sangue. Quella sera era di scena al Sans Soucì il quartetto D'Aida e si presentava Sapore e souvenir di Haiti, produzione del coreografo Victor Álvarez, con Martha Jean-Claude, Miriam Barrera, Nancy Álvarez e i ballerini Ana Gloria e Ferrán.
Lo spettacolo si era già concluso quando Meyer lansky giunse al locale. Aveva saputo all'hotel Plaza della fuga di Batista e allo stesso modo che aveva fatto in altri casinò, raccomandò a Trafficante di raccogliere tutti i soldi e chiudere il locale. Trafficante prese i soldi, ma ritardò nella chiusura del locale. Nel giro di poche ore il casinò del Sans Soucì, invaso dal popolo venne distrutto. La moltitudine distrusse anche il cabaret? Vecchi lavoratori del settore raccontarono a questo scriba che all'alba del 1° gennaio, gruppi agitati vollero penetrare nel Tropicana e che i lavoratori del posto lo impedirono, cosa che non successe al Sans Soucì che rimase completamente distrutto, pertanto non solo il casinò, ma anche il cabaret chiuse le sue porte da allora. Senza dubbio, la stampa includeva gli annunci degli spettacoli che si tenevano li anche nei due mesi iniziali del 1959. “Tangolandia” in gennaio, con Rolando Laserie, Nancy, Álvarez e Ana Gloria, e “Sabor” in febbraio anche questo con Nancy Álvarez. Si presentarono questi spettacoli o si trattava di annunci pagati in precedenza e che in realtà non si tennero? Altro punto oscuro di questo famoso centro notturno avanero.
(Nota del Traduttore: immagino che se il locale venne distrutto, non si poterono tenere gli spettacoli, ma io non c'ero...)
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lunedì 19 agosto 2013
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Ciao Aldo
RispondiEliminaInnanzitutto grazie di averci fatto conoscere una memoria storica di tal livello. Ho letto e capito per quel che posso dato la mia incerta conoscenza della lignua la storia di questi cabaret.
Ho sbriciato sui suoi blog senza molto approfondire la lettura, ma, come di solito ( mi capita spesso), avendo visto che è un colonnista di Juventud Rebelde e che, frose sbagliando, associo tutti i periodisti di tal livello ad una completa e incondizionata fedeltà ai principi della Rivoluzione, mi è venuto il dubbio se, magari non pubblicamente, avesse delle idee critiche nei confronti dell'egemonia soprattutto del Lider Maximo nei confronti della libertà di espressione e della cultura in generale dell'isola.
Hai quanche idea personale in proposito?
Te lo chiedo soprattutto per la tua imparziale obbiettività..
Grazie e scusa dell'ingombrante domanda.
sempre con grande affetto
NIKI
Caro Niki, in effetti la domanda è ingombrante e l'argomento delicato, non mi sento pertanto di esprimere giudizi sul modo di pensare altrui. Quello che posso dire, ed è un fatto, che durante il nostro colloquio si è manifestato favorevole a una minor autocensura dei giornalisti così com'è avvenuto nel Teatro, nel Cinema e sta avvenendo nella letteratura.
RispondiEliminaNiki, non mi permetto di rispondere al posto di Aldo. Ma la tua è una domanda che non ha risposta, ovvero ha una risposta unica. Prova a chiedere a al direttore del "Giornale" se la pensa diversamente dal suo editore. Detto questo, credo che in un futuro molto vicino, la stampa cubana avrà un forte cambiamento.
RispondiEliminaOLIO
Esaustivi !!!
RispondiEliminaGrazie !!
Non mi aspettavo commenti esplosivi.
Ciao Olio, da noi la cosa è talmente intricata e condizionata a tutti i livelli, e talmente condizionante, che a volte penso che l' ON / OFF cubano sia più chiaro.
ciao e grazie
Caro Ollio, ti ringrazio per la delicatezza, ma non sono completamente d'accordo con te e non ho problemi a manifestare il perché. Certo il "cavallo" va sempre dove vuole il "padrone", la differenza però è che in un Paese a stampa pluralista può succedere, ed è successo molte volte, che quando ci si trova in disaccordo, si divorzia e il giornalista trova occupazione da un'altra parte. Oggi come oggi, un giornalista non allineato a Cuba, dove andrebbe a lavorare?
RispondiEliminaDi esempi ne posso fare molti, la risposta è a Miami..........
RispondiEliminaOLIO
E' vero, a Miami, fra le folte schiere di cubani ci sono anche molti giornalisti o ex, però sono stati costretti a emigrare, non è proprio lo stesso che continuare a vivere e lavorare nel proprio Paese.
EliminaMa il mio è solo un po' di HUMOUR CUBANO.......
RispondiEliminaOLIO
Hai ragione...a volte mi prendo troppo sul serio...
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